OS VAMOS A CONTAR UNA HISTORIA.

La de una, o uno, quién sabe, de nosotras. Una historia que podría ser la tuya. Hace unos 20 años, nuestra, o nuestro protagonista se compró una casa en Tetuán, en una de sus zonas de casas bajas, calles estrechas y ruidos de barrio, de esos que terminas por aceptar y abrazar. Su casa era un bajo, relativamente luminoso, y enfrente había un edificio de dos plantas que derribaron muy poco tiempo después. Hoy, es un solar.

Hace poco, hubo una rehabilitación, justo al lado de este solar, que se convirtió en el aparcamiento y el centro de operaciones de la cuadrilla de trabajadores. Algunos vecinos de nuestra compañera (o compañero) llegaron a pensar que el solar, finalmente, iba a ser edificado. Un edificio delante sería un fastidio; el sol ha estado entrando por sus ventanas todas las mañanas. Pero era consciente que aquello era una excepción de la que estaba disfrutando y que, en algún momento, se terminaría.

Pero imaginemos que aparece un alcalde maléfico y unos promotores perversos, que deciden que Tetuán necesita regenerarse. Como si fuéramos un cuerpo enfermo. Imaginad que, para que seamos más prósperos y felices, los promotores maléficos y el alcalde perverso cambian las reglas del juego y construyen delante de la casa de nuestra compañera, y de todos sus vecinos (que son 25), un edificio de casas de lujo de 20 plantas. En un lugar donde ningún edificio supera las cuatro alturas.

Adiós al sol de la mañana, para nuestra, o nuestro compañera y para sus 25 vecinos. Y, posiblemente, para la mitad de la manzana en la que viven. Los nuevos vecinos, comenzarían a reclamar seguridad y limpieza, porque ellos han venido a curar un vecindario podrido: menos ruido, menos negros, menos gente mal vestida y más tiendas de cupcakes y ropa cara. Y para entrar a su edificio y a su mundo, o pagas, o limpias, o sabes arreglar interruptores estropeados.

Pues esto ha sucedido en el Paseo de la Dirección. Muchas personas fueron expropiadas, a cambio de cantidades de dinero miserables, para “regenerar” la zona. Y lo primero que ha emergido, casi por arte de magia y muchísimos años después, ha sido una torre de viviendas de lujo, al menos tres veces más altas que cualquiera de los edificios de la zona. Ni escuela infantil, ni polideportivo, ni vivienda protegida.

Ahora, al abrir la ventana, en el Paseo de la dirección no verán el atardecer, sino un bloque blanco que, por la tarde, se convierte en un festival de luces led, como si fuera un Gusiluz. Y estamos hablando de ocho edificios, de tres plantas la mayoría, de cuatro algunos. ¿Cuántas familias habrá ahí? ¿40, 50, 60?

Las nuevas vistas del Paseo de la Dirección

Incluso las aceras del Edificio Gusiluz son unas aceras de mierda. En eso, han mostrado la voluntad de no destacar demasiado. Pero el mensaje está bien claro: sobramos. Y tenemos dos opciones: esperar mansamente que la ETT de turno nos contrate para mantener las torres en perfecto estado de funcionamiento, o encontramos la manera, y que sea la buena, de reemplazar al alcalde maléfico y a sus promotores diabólicos, y que las reglas de juego sean las mismas para todos, de una vez. La pelota se llama gentrificación, y en este momento está flotando sobre nuestros tejados.

Las aceras de mierda

P.S.: Mirad lo que cuesta vivir en Edificio Gusiluz, si compras o si alquilas, y lo que cuesta vivir en las casas de la calle Aguilafuente, justo a otro lado del Parque Rodríguez Sahagún, con unas vistas igual de espectaculares, pero sin robarle a los demás la luz.

Las casas de Aguilafuente