La investigación histórica sobre el PCE: desde sus inicios a la normalización historiográfica

David Ginard i Féron[1]
 


En un balance reciente sobre la historiografía relativa al comunismo, los historiadores franceses Brunno Groppo y Bernard Pudal señalaban que ésta se ha desarrollado habitualmente entre dos grandes polos. Por un lado, el discurso histórico producido por los propios partidos comunistas con el objetivo de asegurar su legitimación política. Por otro, el polo universitario, que habría dado lugar a una historiografía asentada en criterios científicos. Entre uno y otro, se situaría una producción historiográfica difícilmente catalogable, entre la cual destacaría una corriente explícitamente anticomunista, en ocasiones integrada por antiguos defensores de esta ideología, y otra protagonizada por comunistas disidentes, hostiles al estalinismo.
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La clasificación propuesta por Groppo y Pudal es, sin duda, del todo válida para el estudio de la historiografía sobre dicho movimiento político en la mayoría de los países europeos. Para el caso español, sin embargo, exige establecer algunos matices. Aunque el PCE fue fundado hace ya 83 años, la historiografía científica sobre la trayectoria de esta organización se puede considerar un fenómeno reciente y, por tanto, el peso del «polo universitario» en los estudios sobre el comunismo español ha sido, a todas luces, mucho más limitado que en otros lugares. A diferencia de otros países de nuestro entorno, como Francia o como Italia, la investigación con criterios profesionales sobre el fenómeno comunista no se empezó a llevar a cabo hasta las últimas décadas del siglo pasado, coincidiendo precisamente con un momento de declive máximo de las organizaciones políticas defensoras de dicha ideología. Es evidente que ello se debe en buena parte a las peculiares vicisitudes históricas conocidas por el Estado español en el siglo XX. La situación de clandestinidad o semiclandestinidad que ha tenido que atravesar el PCE a lo largo de gran parte de su historia introduce un plus de dificultad en la tarea de los investigadores sobre esta organización, que no se da en otros países europeos. Pero, por otra parte, la falta de libertades políticas, el ambiente de la universidad franquista y la tendencia a utilizar la historia como instrumento de legitimación política han marcado muy profundamente la historiografía social y política del movimiento obrero español, haciendo perder a ésta unas décadas preciosas y situando a los investigadores en una situación de clara desventaja frente a sus colegas de otros países europeos. Finalmente, el obsesivo anticomunismo que caracterizó la dictadura franquista y la extraordinaria duración de dicho régimen han determinado la considerable significación que, dentro de la bibliografía relativa al comunismo español, ha tenido un tipo de literatura histórica de naturaleza policial, lo cual constituye un fenómeno más bien insólito en el conjunto europeo.
En las páginas siguientes se intentará ofrecer un breve recorrido cronológico de la historiografía relativa al Partido Comunista de España. A estos efectos, hemos establecido cinco apartados, en los que se abordarán los rasgos esenciales que caracterizan la investigación sobre esta organización en cada una de las grandes fases que, a nuestro juicio, se pueden distinguir. En el primero de ellos, se estudiará la producción bibliográfica sobre el PCE en la etapa anterior a la Guerra Civil, una época en la que evidentemente no hay historiografía propiamente dicha, pero sí unos primeros escarceos. A continuación, nos referiremos al período franquista, marcado por el absoluto predominio de la publicística de uno y otro signo. Un tercer apartado se referirá a los años de la transición democrática, en los que se produce una primera irrupción de la investigación histórica de carácter académico, aunque tal vez con una intensidad inferior a la que hubiera sido de esperar, dada la trascendencia del cambio político producido en España a partir de 1975. Pasaremos seguidamente a analizar la historiografía de los años ochenta, una década que, a mi entender, podríamos caracterizar como de auténtica bisagra en la historia de las investigaciones sobre el comunismo español. El último apartado aludirá a la etapa comprendida entre la década de los noventa y la actualidad, en la que se podría hablar, en nuestra opinión, de la consolidación de una historiografía científica sobre el PCE. Aunque nos centraremos principalmente en los estudios históricos sobre el tema, cuando sea preciso deberemos referirnos también a algunos libros de memorias o con un perfil más de análisis político que propiamente histórico; sobre todo, evidentemente, en las largas épocas en las que, al no existir una historiografía científica sobre el comunismo español, ese tipo de obras ocupa un lugar relativamente muy importante en la literatura histórica sobre la cuestión que nos ocupa.
1920-1939: LOS INICIOS DE LA LITERATURA APOLOGÉTICA
A la hora de analizar la historia de la historiografía sobre el PCE, es interesante remontarse a las etapas más alejadas en el tiempo y situarse, incluso, en la antesala de la literatura apologética del comunismo -y del anticomunismo- más clásica, con el objeto de analizar mínimamente sus formulaciones e intentar establecer hasta qué punto éstas se han reflejado sobre el discurso historiográfico posterior. Es corriente señalar como doble punto de arranque de esta bibliografía militante de una y otra tendencia la publicación, en la década de los sesenta, de la historia oficial del Partido, elaborada por una comisión presidida por Dolores Ibárruri, y de la contrahistoria del policía franquista Eduardo Comín Colomer. Sin embargo, existen algunos precedentes todavía más lejanos, que se remontan a la época anterior a la Guerra Civil, y que a mi entender no deberían ser ignorados, pues de algún modo contribuyeron a configurar una determinada imagen pública de esta organización, en unos tiempos en los que su peso en el movimiento obrero español era muy limitado. Desde la misma fundación del Partido Comunista de España, en la década de 1920, empezó a generarse una cierta literatura histórica sobre esta organización, con un contenido fuertemente ideológico en prácticamente todos los casos, pero que, en ocasiones, ofrece datos que, con posterioridad, han resultado preciosos para los historiadores que se han dedicado a reconstruir la historia de este partido.
En este sentido, habría que destacar el caso de antiguos dirigentes del PCE que, una vez abandonada la organización, elaboraron duros alegatos contra la ideología y los métodos del comunismo. En esta línea se ubicarían trabajos como el de Óscar Pérez Solís, uno de los fundadores del partido, convertido al catolicismo por el célebre padre Gafo durante su estancia en prisión bajo la dictadura de Primo de Rivera, y que, durante la Guerra Civil, llegaría a combatir en el ejército franquista. En una fecha tan temprana como 1929, Pérez Solís publicó sus Memorias de mi amigo Óscar Perea, las cuales tenían como objeto «hacer bien a mi conciencia» mediante una «confesión general, como reparación mínima del mal que sin quererlo haya podido hacer yo» y ofrecer «a quienes, leyéndome, puedan aprovechar para su mejor vivir los escarmientos míos y la lección de los errores en que yo he incurrido».
[3] Dentro de esta línea expiatoria y ejemplarizante, el capítulo de la obra titulado “a las órdenes de Moscou” (pág. 272-343), ofrece un pintoresco retrato de los primeros años del movimiento comunista en España, en los que destacan sus referencias a las penurias que debían pasar los militantes comunistas, la violencia que impregnaba la vida política, o las nefastas impresiones de su viaje a la URSS.[4]
 
 
Pero tal vez el ejemplo más paradigmático, dentro de este género de obras, lo constituiría el que dio a imprenta en 1935 Enrique Matorras, antiguo secretario general de la Juventud Comunista y mano derecha de José Bullejos, titulado El comunismo en España. Sus orientaciones. Su organización. Sus procedimientos. Convertido igualmente en un ferviente militante del sindicalismo católico, Matorras dedicaba su obra «a los obreros. A mis hermanos los trabajadores. A todos los desposeídos. A los que sufren las injusticias de la sociedad. A los que, queriendo redimir la Humanidad, militan en los equivocados campos del socialismo y comunismo. En especial, a los esforzados que luchan en la sindicación obrera católica». Su objetivo, de hecho, no era otro que el de ofrecer una contribución a la causa del obrerismo católico, para lo cual el autor insistía en el carácter deshumanizador del comunismo («en el interior del partido el individuo no cuenta para nada; se reduce a un simple elemento más que, por causa de la férrea disciplina, está obligado a realizar cuanto le ordenen»),
[5] a las sujeción del PCE a los dictados de Moscú, y a su limitada implantación; pero, al tiempo, advertía sobre el peligro que éste podía representar a causa de su poderoso aparato clandestino, de su capacidad para introducirse en los más variados ámbitos sociales, y de la falta de sensibilidad de las clases directivas de la sociedad ante los problemas sociales. Pese a la abundancia de valoraciones personales, el trabajo de Matorras es de una utilidad indudable; no sólo porque es el primero que explicita una línea argumental que tendrá una notable continuidad a lo largo de las décadas siguientes, sino porque es desde luego insólito que, a mediados de los años treinta, saliera de la pluma de un militante político en activo un libro que no tiene carácter memorialístico, sino que, más allá de las discutibles valoraciones que pudiera efectuar el autor, constituye una viva descripción del funcionamiento del PCE en el período 1931-33, estructurada en ocho capítulos cronológicos, precedidos de una introducción en la que se analiza la organización interna del Partido. Se trata, en la práctica, del primer estudio conocido sobre esta organización política; un estudio muy sui generis, no hace falta decirlo, pero que todavía hoy resulta de lectura inexcusable para todo aquel que se interese por la historia del PCE durante la Segunda República.[6]
 
Los libros de ex militantes como Pérez Solís y Matorras tienen su complemento en unas primeras obras, también anteriores a la Guerra Civil, en las que propagandistas de la derecha autoritaria teorizaban sobre la conspiración comunista y sus vinculaciones con el judaísmo y la masonería, adelantándose así unos años a una de las tareas que más caras fueron a la publicística franquista.
[7] Si durante la República este tipo de obras tenían como función esencial la de sembrar el pánico entre los sectores conservadores ante el peligro bolchevique, creando así el caldo de cultivo para un levantamiento militar, durante la Guerra Civil y la posguerra su cometido será el de justificar el golpe de Estado de 1936, basándose en que éste se habría adelantado a una fantasmal revolución obrera. En este sentido, podemos citar como precursor más destacado en el campo que nos ocupa al funcionario de policía Mauricio Carlavilla, quien usaba el pseudónimo Mauricio Karl, y durante la Segunda República publicó en Ediciones Bergua hasta tres obras de estas características, la principal de las cuales -El comunismo en España (Madrid 1932)-, alcanzaría hasta cuatro ediciones.[8] Las obras de Karl y otras de autores similares publicadas en los años posteriores no pasan de ser simples panfletos, con un contenido sumamente reiterativo, y con escasa información práctica sobre las actividades y estructura organizativa de los comunistas españoles.[9]
 
 
En resumen, resulta significativo que, ya antes de la instauración de la dictadura franquista, desde el anticomunismo militante se hubieran publicado un cierto número de obras que, de manera más o menos directa, aludían a la historia del PCE, mientras que desde los ambientes más próximos a este partido -tal vez debido a su limitada implantación, a la precariedad de medios con la que se desenvolvió en las primeras décadas de su existencia, y a la estructura jerárquica que caracterizaba a los partidos de la Comintern-, los ejemplos serían mucho más parcos.
[10]9 De hecho –y a pesar de contar con una editorial propia: «Europa-América», más conocida por Edeya- las publicaciones del comunismo español durante la Segunda República eran, en general, de una considerable simplicidad formal y de contenido, y no prestaban mayor atención a la historia lejana o reciente del movimiento obrero español.[11] De este modo, las «deudas del pasado» con respecto a la historiografía obrera y militante de preguerra son, para el caso del movimiento comunista, muy inferiores a las del socialismo y el anarcosindicalismo.[12] Las contribuciones de mayor calado provendrían, tal vez, de un puñado de autores vinculados a otras corrientes del movimiento obrero que, principalmente a través de sus artículos en la prensa, manifestaron un cierto interés por lo que representaba históricamente la fundación y primeros pasos del Partido Comunista de España.[13]
 
 
BAJO LA DICTADURA FRANQUISTA: ENTRE LA HISTORIA OFICIAL Y LA DELACIÓN POLICIAL
Durante las primeras décadas de la dictadura franquista, evidentemente, la producción bibliográfica relativa al PCE fue muy escasa. De todos modos, se fueron trazando de manera bastante clara las dos principales líneas de trabajo que se desarrollarán a partir de 1960 y hasta la muerte del general Franco; por un lado, estudios de carácter hagiográfico promovidos por la dirección del partido a cargo de veteranos militantes de la organización; por otro, textos de carácter denigratorio elaborados por miembros de las fuerzas de seguridad franquistas. Los trabajos representativos de dichas tendencias que se alumbraron en los años cuarenta y cincuenta eran, desde luego, de muy escasa entidad. En el primer caso, pequeños artículos publicados en la prensa del partido y manuscritos inéditos que todavía hoy pueden ser consultados únicamente en el archivo histórico del PCE.
[14] En el segundo, diversos informes -en ocasiones de circulación reservada- relativos a la lucha contra la guerrilla en los que presentaba a la resistencia armada como un mero problema de delincuencia común,[15] así como algunos folletos, editados principalmente en la colección divulgativa «publicaciones españolas», en los que hallamos los primeros escarceos de autores como Comín Colomer.[16]
 
 
Es, de todos modos, en la década de los sesenta cuando aparecen los ejemplos más representativos de las dos líneas de trabajo anteriormente señaladas. Merece la pena, por un lado, dedicar unas líneas a la historia oficial del PCE. La idea de redactar el libro sobre la historia de los comunistas españoles surgió del grupo de dirección del PCE en Francia y fue comunicado por Carrillo a Dolores Ibárruri en noviembre de 1958, dentro del programa de celebración del 40 aniversario de la fundación del Partido. Se trataba de un momento capital en la historia del PCE, pues coincidía además con la preparación del relevo de Pasionaria por Carrillo en la secretaría general, con la consiguiente asignación a Dolores de una presidencia más bien honorífica del Partido, que incluía entre otras la función de mantener viva su memoria colectiva. El proyecto enlazaba directamente, en sus objetivos y metodología, con la tradición soviética; no olvidemos que su aparición coincidió con la de la traducción española de un nuevo manual de historia del PCUS, cuya elaboración había sido acordada en el XX Congreso de ese partido. Su función, por tanto, era la de ofrecer una versión oficial de la historia del comunismo español y, al tiempo, servir como instrumento de formación de la militancia, tanto del interior como del exilio.
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La redacción fue encargada a una comisión del Comité Central presidida por Dolores Ibárruri e integrada por Manuel Azcárate, Luis Balaguer, Antonio Cordón, Irene Falcón y José Sandoval. Se elaboró un plan de trabajo que incluía la realización de entrevistas y la consulta de documentación, prensa y bibliografía, y la distribución de los distintos capítulos entre los miembros de la comisión, los cuales durante el proceso de elaboración residirían en Moscú y serían liberados de toda otra actividad en el Partido.
[18] A lo largo de 1959 se fue avanzando a marchas forzadas en la redacción del texto, con el objeto de ser presentado con motivo del VI Congreso, que se celebraría en enero de 1960, y en el que -de manera significativa- la intervención de Pasionaria tuvo un carácter marcadamente histórico.[19] La versión definitiva fue ultimada en mayo siguiente, después de algunas modificaciones planteadas por el Comité Ejecutivo.[20] Pasado el verano, la obra fue publicada por Editions Sociales, de París, con el título de Historia del Partido Comunista de España (versión abreviada). El trabajo se presentaba como «una notable aportación al análisis marxista de la trayectoria seguida por el Partido Comunista de España desde su fundación, en abril de 1920, hasta su VI Congreso, en enero de 1960», pero lo cierto es que los propios impulsores eran conscientes de su carácter provisional, debido en parte a la precipitación con el que se llevó a cabo.[21] De hecho, su finalidad autojustificativa quedaba ya claramente evidenciada en la nota preeliminar: «Leyendo estas páginas, los amigos del Partido Comunista, sus aliados, y también aquellos de nuestros enemigos que no estén ofuscados por el fanatismo anticomunista, podrán conocernos mejor, según nuestra historia verdadera, nuestros fines y métodos auténticos, y no según los que durante veinte años nos ha atribuido una propaganda edificada sobre la calumnia y amparada en el monopolio de los medios de información»[22] La obra, por otra parte, incluía furibundos ataques contra otras formaciones del bando republicano como el POUM y la CNT y contra antiguos militantes del partido como José Bullejos, Gabriel León Trilla o Heriberto Quiñones, y en determinados casos llegaba a falsificar episodios concretos de la historia del partido, como el del famoso viraje de 1934, que adelanta a 1932 y atribuye a José Díaz y Dolores Ibárruri.
La historia oficial pronto conocería reediciones a cargo de otras organizaciones del PCE en el exilio y, con dificultades, se iría introduciendo incluso en España.
[23] Pero el anunciado proyecto de editar en plazo breve una versión revisada y ampliada, que incluyera documentación original y tuviera en cuenta las críticas y sugerencias que surgieran de la militancia, no se llevó nunca a cabo. De este modo, el discreto texto de Editions Sociales quedó como el primer y único referente de la intrahistoria comunista, al menos entendida en forma de manual que recogiese toda la trayectoria histórica del Partido. En cualquier caso, no hay duda de que, cuanto menos, tuvo la virtud de incentivar algunos otros proyectos de mayor enjundia, que se alumbrarían a partir de entonces desde el aparato del PCE. Así, el mismo 1960, la presidenta del Partido publicaba simultáneamente en ruso y castellano El único camino, la primera parte de sus memorias, que abarcaban hasta 1939, y que alcanzarían una extraordinaria difusión.[24] A este trabajo, seguirían otros igualmente de carácter autobiográfico y centrados en aspectos militares de la Guerra Civil, a cargo de dirigentes como Líster, Cordón, Modesto, o Hidalgo de Cisneros.[25] Pero, sobre todo, la comisión que había redactado la Historia del Partido Comunista de España continuó organizada y, pocos años más tarde, produciría una obra de un interés histórico mucho mayor: Guerra y Revolución en España 1936-1939, publicada en Moscú en cuatro volúmenes entre 1966 y 1977, con motivo del 30 aniversario del inicio de la sublevación contra la República.[26]En el texto se ofrecía un retrato épico del conflicto civil de 1936-39, caracterizado como una auténtica epopeya del pueblo español en su lucha contra el fascismo, bajo la dirección del Partido Comunista, al tiempo que se resaltaba la supuesta solidaridad internacionalista de la Unión Soviética. La obra se presentaba como réplica a las “versiones falsas o deformadas” que, sobre la Guerra Civil, habían propagado el franquismo y ciertos historiadores extranjeros. Aunque parca en detalles sobre la organización interna del Partido, la aportación de un buen número de documentos originales -algunos de ellos procedentes del material incautado al ejército nazi por los soviéticos- convierte a Guerra y Revolución en España en una obra indispensable para el conocimiento de la posición del PCE respecto a algunos de los principales avatares militares y políticos del bando republicano en la Guerra Civil.[27]
 
 
De todos modos, debe tenerse en cuenta que la producción bibliográfica sobre la historia del PCE desarrollada desde el exilio no se limitó a este tipo de textos. Así, por ejemplo, la actividad clandestina de los comunistas bajo el régimen franquista apareció también reflejada en alguno de los primeros trabajos sobre el antifranquismo organizado que, desde la segunda mitad de los años sesenta, se publicaron en el extranjero.
[28] Por otra parte es interesante señalar que, desde los inicios del franquismo, prosiguió la publicación de libros de memorias a cargo de disidentes de la organización, tales como Enrique Castro Delgado, Jesús Hernández, José Antonio Balbotín, José Bullejos, o Valentín González «El Campesino». Aunque publicados inicialmente en el extranjero, en ocasiones estas obras eran difundidas en España, y/o conocían reediciones toscamente manipuladas a cargo de editoriales identificadas con el régimen.[29] Dejando de lado las variables motivaciones y trayectorias políticas de estos autores, lo cierto es que estos libros contribuyeron de manera importante a conocer algunos de los aspectos más oscuros de la actuación del PCE, especialmente durante la Guerra Civil.[30]
 
 
El contrapunto a estos libros publicados desde el exilio estaría representado por algunos trabajos, aparecidos casi simultáneamente, elaborados desde el punto de vista policial por miembros de las fuerzas del orden franquistas. En este sentido cabría destacar, por supuesto, la monumental Historia del Partido Comunista de España publicada en Madrid entre 1965 y 1967. Su autor no era otro que el veterano miembro de la Brigada Político-Social Eduardo Comín Colomer, quien -como ya hemos señalado- llevaba más de una década dedicado a la producción de textos de este género y, naturalmente, a la hora de recopilar material pudo disfrutar de todas las prerrogativas asociadas a su condición.
[31] La obra estaba integrada por tres volúmenes; los dos primeros relativos al período abril 1920-febrero 1936, que se consideraba la primera etapa (“Del nacimiento a la mayoría de edad”), y el tercero dedicado a febrero-julio de 1936 (que se caracterizaba como “la mayoría de edad. Período de bolchevización”).[32] Las tesis centrales del texto de Comín Colomer eran la atribución de la implantación y desarrollo del PCE, desde sus orígenes a la actualidad, a una simple ejecución mecánica de las consignas llegadas de la Unión Soviética,[33] y la importancia capital otorgada al llamado «proceso del bolchevización» del PSOE y de la UGT, por lo cual la información contenida en la obra desbordaba en mucho la simple explicación de la trayectoria histórica del PCE. De hecho, el último volumen dedicaba especial atención a la evolución interna del socialismo y al papel de Largo Caballero en la supuesta preparación de una revolución comunista para el verano de 1936, y concluía estableciendo una comparación entre las situaciones políticas de Rusia en 1917 y España en 1936.[34] Más allá de su evidente intencionalidad política, la trilogía aporta una considerable información y se ubica en un género de publicaciones características de la guerra fría, en las que se sobredimensionaba el papel de los comunistas en el bando republicano y en la oposición al franquismo. En cualquier caso, su aparición no dejó de constituir un éxito notable de la publicística franquista; no en vano, su aportación documental e importancia bibliográfica era, sin duda, muy superior al del libro dirigido por Dolores Ibárruri, al que pretendía ofrecer una réplica.[35]
 
 
En la misma línea del de Comín Colomer, se sitúan algunos otros libros de miembros de las fuerzas de seguridad franquistas que versaban sobre aspectos concretos de la historia de la oposición al régimen en los que el movimiento comunista había tenido una presencia notable, como el de la lucha guerrillera de los años cuarenta. A pesar de que su objetivo, ciertamente, no era otro que el de homenajear a sus compañeros caídos en las acciones subversivas, no por ello, sin embargo, estos estudios carecían de interés; entre otros motivos porque, al igual que Comín, sus autores habían tenido el privilegio de acceder a los riquísimos archivos policiales. Serían un ejemplo paradigmático, en este sentido, estudios como los de los tenientes coroneles de la Guardia Civil Francisco Aguado Sánchez y Ángel Ruiz Ayúcar. Este último, por ejemplo, dedicaría un volumen al estudio de la historia del PCE entre 1939 y 1976, en el que, a merced de una amplia documentación de origen policial y judicial que hasta hace bien poco ha sido inaccesible para los investigadores, desvelaba episodios hasta entonces inéditos como el caso Monzón y el caso Quiñones.
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Pero entre la publicística de uno y otro signo, ya en los últimos tiempos de la dictadura fueron apareciendo las primeras contribuciones procedentes de historiadores profesionales. Por motivos obvios, se trata de un número reducido de trabajos y que debieron de elaborarse con unas limitaciones documentales e interpretativas considerables. Ni siquiera el hispanismo de los años sesenta y setenta –cuya contribución fue tan decisiva para el despegue de otros ámbitos más generales de la historia contemporánea de España, en particular, la Guerra Civil de 1936-39- hizo aportaciones de relieve al conocimiento de la historia del PCE, tratada de manera monográfica.
[37] La más destacada sería el estudio del politicólogo francés Guy Hermet Los comunistas en España. Estudio de un movimiento político clandestino (París 1971); debe tenerse en cuenta, de todos modos, que no se trata de un trabajo historiográfico, sino de un análisis sobre la organización, el programa y la imagen pública del PCE, aunque acompañado de una apretada síntesis de su historia hasta los años setenta.[38] No debería olvidarse, en cualquier caso, la trascendencia de las referencias al papel del PCE en la Guerra Civil que tuvieron los trabajos de autores como David Cattle y Burnett Bolloten. En este sentido, mientras Cattle[39] pondría el acento en el carácter moderado, de defensa de la legalidad republicana, de la política comunista durante la Guerra Civil, las posiciones de Bolloten -continuador de las ideas expuestas por Franz Borkenau en un libro editado ya durante la contienda[40]– eran extremadamente críticas hacia la actuación del PCE, básicamente por su contribución al aplastamiento del proceso revolucionario en la zona republicana. Su primer libro, El gran engaño fue, de hecho, el primer estudio académico sobre la Guerra Civil que se centraba en el proceso político revolucionario en la zona republicana y, al ofrecer una abundante documentación sobre la lucha política entre las principales fuerzas republicanas durante los primeros nueve meses de guerra, dedicaba especial atención al crecimiento del poder político y militar de los comunistas y a su enfrentamiento con la CNT y el POUM con el objeto de contener las transformaciones sociales. El gran camuflaje que denunciaba el historiador galés afincado en EE.UU. no era otro que la supuesta ocultación de dicho proceso revolucionario a cargo principalmente del comunismo estalinista.[41] Para el tema que nos ocupa, la novedad de los planteamientos de Bolloten radicaba principalmente en que suponía la apertura de una tercera gran línea de interpretación sobre el papel del PCE en la crisis española del siglo XX, alejada tanto de los planteamientos conservadores –que atribuían a este partido la responsabilidad de todos los males patrios- como de los procedentes del comunismo oficial -según los cuales, el «Partido» por antonomasia era la encarnación más coherente de los ideales progresistas y democráticos del pueblo español-. El libro sería víctima de las pasiones de la guerra fría y, pese a que refutaba la teoría de que los comunistas preparaban una revolución para hacerse con el poder en 1936, fue muy mal recibido desde los sectores próximos al PCE y otras fuerzas del bando republicano, al tiempo que fue saludado con alborozo por los propagandistas del régimen, que se apresuraron a utilizarlo políticamente, preparándose a marchas forzadas una edición española encabezada por una introducción de Manuel Fraga Iribarne, a la sazón director del Instituto de Estudios Políticos.[42] En cualquier caso, desde la óptica de un sector de la historiografía actual sobre la Guerra Civil -entre la que se incluirían autores tan reputados como Julio Aróstegui y Paul Preston-, las tesis de Bolloten incurrirían en un error de bulto: el de sobredimensionar las luchas intestinas en la zona republicana, presentando de manera incorrecta la represión estalinista como la única responsable de la derrota republicana.[43]
 
 
Por su parte, para la historiografía española no era factible en aquellos tiempos poder dedicar su atención, al menos en condiciones adecuadas, a una organización política considerada por el régimen como la quintaesencia de la anti-España. De todos modos, es evidente que el contexto político y académico del tardofranquismo no era comparable al de la posguerra; a principios de la década de los setenta, por ejemplo, era posible acceder sin problemas a la prensa comunista anterior a la Guerra Civil o consultar bibliografía extranjera. Así, pudieron iniciarse algunas investigaciones que, en general, fructificarían en los inicios de la monarquía parlamentaria. En cualquier caso, ya antes de la muerte del dictador pudo leerse alguna tesis doctoral relativa a la historia del comunismo en España, y aparecieron capítulos y apartados dedicados al PCE en diversas obras generales sobre la historia del movimiento obrero español.
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LOS AÑOS DE LA TRANSICIÓN: HACIA LA RECUPERACIÓN DE LA MEMORIA
Tras la muerte de Franco, la historiografía española sobre el siglo XX conoció, como es lógico, un indudable impulso debido tanto a las mayores facilidades que el nuevo marco político concedía a la investigación, como al extraordinario interés que se despertó entonces entre un amplísimo público por conocer detalles sobre etapas históricas recientes como la Segunda República, la Guerra Civil y el Franquismo. En aquellos años, revistas de divulgación como Tiempo de Historia, Historia 16 o l’Avenç dedicaban a menudo la mayor parte de sus páginas a artículos relativos a la historia reciente. Así mismo, una buena parte de los jóvenes investigadores que salían de las universidades españolas y que, en muchos casos, habían militado activamente en organizaciones antifranquistas optaban, de manera casi natural, por escoger para sus tesis doctorales temas relacionados con esas décadas cruciales de la historia española. Sin embargo, si se analiza con una cierta distancia, llama la atención que, a pesar de la notable influencia que el PCE tenía en esos medios, fueran muy pocos los historiadores que se decidieron a emprender la tarea de llevar a cabo una investigación sobre la historia de dicha organización política. Tal vez precisamente la explicación se halle, en buena parte, en que muchos historiadores del momento creyeron que su celo profesional les obligaba a mantenerse al margen del estudio de la organización en la que ellos militaban o con la que, al menos, simpatizaban abiertamente. Por otra parte, debe recordarse que el estado de las fuentes para el estudio de las organizaciones políticas y sindicales de izquierda dejaba todavía mucho que desear. Hay que tener en cuenta, finalmente, que a mediados de los setenta la estasiología no era en absoluto una ciencia que contara con una gran tradición en España. En definitiva, no debe sorprender que en esos primeros años de la transición veamos aparecer algunos estudios generales y monografías sobre episodios concretos de la República, la Guerra Civil o el Franquismo, así como un buen número de libros de memorias y biografías, recopilaciones documentales y textos de debate, pero muy raramente investigaciones sobre la historia de organizaciones políticas y sindicales con tan larga tradición como el PCE, el PSOE, la UGT o la CNT.
Aun así, durante la segunda mitad de la década de los setenta se publicaron algunas síntesis generales sobre la historia del Partido Comunista, como las de Pelai Pagès, Joan Estruch y Pere Pagès «Víctor Alba». Pese a tener algún punto en común -básicamente el hecho de compartir una vocación de análisis crítico que enlazaría, en parte, con algunos de los planteamientos defendidos en su momento por Bolloten-, se trataba de trabajos con características diferentes, en el sentido de que eran autores con perfiles profesionales y vitales no coincidentes -Pagès y Estruch eran entonces historiadores jóvenes, y Alba un veterano militante del POUM, aunque contara también con una sólida formación académica- y abarcaban períodos diversos -Pagès la década de los veinte; Estruch todo el período anterior a la Guerra Civil; Alba el conjunto de la historia del PCE, desde su fundación hasta la transición democrática-.
[45] Paralelamente, aparecían los importantes libros de Gerald Meaker y Carlos Forcadell, dedicados a los antecedentes y primeros pasos del movimiento comunista español.[46] A modo de balance, podríamos decir que este conjunto de obras demuestran que los principales avances en la investigación sobre la historia del movimiento comunista español se centraban principalmente en sus orígenes, con alguna puntual aproximación a algún aspecto de la época republicana a cargo de historiadores como Ricard Vinyes, Santos Juliá, o Josep Lluís Martín Ramos.[47]
 
 
En cambio, la Guerra Civil, el franquismo y la transición parecían seguir siendo épocas vedadas a los historiadores. Es cierto que en aquellos años se editaron recopilaciones documentales, alguna crónica periodística, y ciertas memorias de dirigentes de primer nivel, las cuales alcanzarían una notable difusión.
[48] Así, la concesión, en octubre de 1977, del Premio Planeta a Jorge Semprún por su obra Autobiografía de Federico Sánchez dio paso a la primera gran polémica histórica y literaria del posfranquismo, que se extendería hasta febrero de 1978 con un destacado protagonismo de la revista Cambio 16, y en la que intervendrían, entre otros, Santiago Carrillo, Mario Vargas Llosa, Carlos Barral, José Vidal Beneyto, Manuel Azcárate, Javier Pradera, Francisco Umbral, Federico Melchor y Francesc Vicens.[49] Por otra parte, el notable interés que, entre los especialistas en ciencia política, generó el fenómeno del eurocomunismo, también facilitó la aparición de algunos trabajos sobre los comunismos mediterráneos, que en ciertos casos prestaban atención a su desarrollo histórico reciente….[50] Pero poco más. Es sumamente significativo que, en el conjunto de conferencias sobre la historia del PCE organizadas en 1980 por la Fundación de Investigaciones Marxistas y que más tarde se publicarían en forma de libro, las aportaciones de los historiadores profesionales como Elorza, Tuñón o Forcadell se centraran exclusivamente en la etapa comprendida entre la fundación y el Congreso de Sevilla, en 1932; que no hubiera un solo trabajo sobre los años comprendidos entre 1932 y 1939; que la época franquista fuera a cargo de veteranos militantes; y que el período más reciente se dejara exclusivamente en manos de sociólogos y politólogos.[51] De este modo, a las alturas de 1978 el politólogo Ramón García Cotarelo sentenciaba que «la historia del PCE está por escribir» y calificaba de «prácticamente inexistente; en realidad, nula» la «documentación historiográfica sobre el PCE».[52] Por esa misma época, el historiador británico Perry Anderson llegaba a la conclusión de que los partidos comunistas español y portugués eran entonces los menos estudiados de toda Europa.[53]
 
 
LA DÉCADA DE LOS OCHENTA: ENTRE EL PERIODISMO Y LA HISTORIOGRAFÍA
Ya plenamente consolidado el régimen democrático, desde los inicios de la década de los ochenta se inicia la transición hacia la normalización historiográfica del estudio del PCE. Cabe destacar, en este sentido, que desde entonces se fue abriendo paso, de manera todavía tímida, la idea de la necesidad de conceder atención desde la historiografía científica al estudio de las organizaciones políticas de izquierdas, incluida la etapa de la resistencia al franquismo, aunque éste debiera centrarse fundamentalmente en la década de los cuarenta. Prueba de ello es la aparición, en aquellos años, de algunos estudios generales sobre la primera clandestinidad, con importantes referencias al papel desempeñado por los comunistas y que, todavía hoy, constituyen puntos de referencia ineludibles para los estudiosos del tema. Me refiero, en especial, al del historiador alemán Harmut Heine, La oposición política al franquismo. De 1939 a 1952 (Barcelona 1983), en el que por primera vez se usaban a fondo las fuentes diplomáticas británicas y abundantes testimonios orales.
[54] Poco antes, Joan Estruch había dado a conocer su monografía sobre el PCE clandestino entre 1939 y 1956, basada principalmente en bibliografía y prensa clandestina y del exilio. El conocimiento de las peripecias de los exiliados comunistas en Francia se veía considerablemente incrementado, en fin, con la publicación de un trabajo del historiador de origen británico afincado en París David Wingeate Pike.[55]
 
 
Aun así, por aquellos años el periodismo de investigación seguía marcando la pauta, como demostraban, por ejemplo, el libro de Daniel Arasa sobre la fracasada invasión guerrillera por el Valle de Arán o la trilogía de Fernando Jáuregui y Pedro Vega sobre el antifranquismo.
[56] Algo parecido sucedía respecto al período posfranquista; cuestiones tales como el proceso de legalización del PCE y, sobre todo, su crisis interna de la década de los ochenta eran objeto de diversas monografías, como las de Pedro Vega – Peru Erroteta, Los herejes del PCE (Barcelona 1982) y Sergio Vilar, Por qué se ha destruido el PCE (Barcelona 1986).[57] Mención aparte merece, por supuesto, el libro del periodista Gregorio Morán, Miseria y grandeza del Partido Comunista de España (1939-1985) (Barcelona 1986). La obra de Morán fue la primera que utilizó ampliamente los ricos fondos del archivo del PCE y, en su momento, generó una intensa polémica, por la profusión de alusiones personales y la extrema dureza con la que trataba a los principales dirigentes del Partido Comunista. La metodología utilizada, por otra parte, resultaba discutible desde el punto de vista historiográfico, por la práctica inexistencia de indicaciones sobre las fuentes de las que procedía la información aportada. En todo caso, se trataba de un libro de una importancia capital para el conocimiento de la época franquista, sobre la que todavía hoy continúa siendo uno de los principales textos de referencia.
De todos modos, a mi juicio, la principal aportación historiográfica de la década la constituye el libro de Rafael Cruz El Partido Comunista de España en la II República (Madrid 1987). Resumen de la tesis del autor, y elaborada a partir de la utilización exhaustiva de la bibliografía existente, y de la documentación conservada en el archivo del PCE, en el Histórico Militar, y en los nacionales de Madrid y Salamanca, la obra combinaba de manera sólida el análisis de la organización interna del PCE con la descripción de su trayectoria a lo largo del decisivo período comprendido entre 1931 y 1936.
[58]El conocimiento de la intervención soviética en la Guerra Civil se veía reforzada, por otra parte, con la publicación de la obra póstuma del historiador británico E.H. Carr, dedicada a la Comintern y la Guerra Civil Española.[59] Paralelamente, desde mediados de los ochenta comienzan a aparecer un buen número de estudios locales dedicados al análisis de agrupaciones guerrilleras, entre los que destacarían los de Francisco Moreno Gómez, Justo Vila Izquierdo y Fernanda Romeu.[60] Aun así, la investigación sobre la historia del PCE posterior a 1936 no acababa de despegar. Prueba de ello es que, en toda la década de los ochenta -y a pesar del considerable impulso que supuso la conmemoración del cincuentenario del conflicto entre 1986 y 1989-, no apareciera una sola monografía a cargo de un historiador español sobre el PCE durante la Guerra Civil, o que, en el importante congreso dedicado en 1988 por la Universidad Nacional de Educación a Distancia a La oposición al régimen de Franco. Estado de la cuestión y metodología de la investigación, no se presentasen apenas comunicaciones sobre la resistencia comunista a la dictadura.[61]
 
 
LOS NOVENTA Y EL CAMBIO DE SIGLO: LA NORMALIZACIÓN HISTORIOGRÁFICA
A principios de la década de los noventa y, a tenor de la corriente de cambios políticos llevada a cabo en los países del antiguo bloque soviético, se generalizó la idea de que se había producido la definitiva desaparición del comunismo como movimiento político.
[62] Dicha circunstancia motivó, en primer término, la publicación de un buen número de estudios que tenían como objeto hacer un balance de la trayectoria y de la ideología de los partidos comunistas. Por otra parte, la apertura de los archivos soviéticos constituyó un notable aliciente para los investigadores. En Francia, se desarrolló -se sigue desarrollando, de hecho- un intenso debate sobre la interpretación histórica del comunismo. Así, mientras para historiadores como François Furet, Stéphane Courtois, Alain Besaçon, o Alain de Benoist, nos hallaríamos ante una «funesta ilusión» que habría conducido al establecimiento de un sistema criminal similar en muchos aspectos al nazismo; otros autores, como Michel Dreyfus, Jean Vigreux o Serge Wolikow han preferido poner el acento en su carácter complejo y plural, y han calificado de monocausales y esencialistas las posiciones de Courtois. [63] Sin embargo, y a diferencia de lo sucedido en otros países europeos, en España no tuvo lugar, al menos de manera inmediata, un impulso a la investigación sobre el tema. Es significativo, por ejemplo, el limitado impacto que, en términos comparativos, tuvo en España la aparición del Libro negro del comunismo; una obra -por cierto- cuyo capítulo relativo a nuestro país cabe calificar de decepcionante.[64]
De todos modos, desde mediados de la década de los noventa se ha asistido, de manera lenta y progresiva, a lo que Francisco Erice denomina «una creciente desideologización del discurso subyacente y una mayor impronta académica en los análisis».
[65] Efectivamente, y aunque indudablemente quede todavía un considerable camino por recorrer, el cambio de siglo ha supuesto la consolidación de unas nuevas líneas de investigación sobre el comunismo español basadas en criterios exclusivamente -o, al menos, básicamente- científicos, al tiempo que en la mayor parte de los centros universitarios se ha aceptado plenamente la necesidad de abordar dicha parcela de nuestro pasado reciente. Sin duda, la normalización historiográfica que ha conocido la investigación sobre el fenómeno comunista en España, ha tenido su principal manifestación en el absoluto predominio de la producción procedente de historiadores profesionales en la bibliografía reciente sobre el tema.[66] Pero, paralelamente, la investigación sobre el PCE se ha visto especialmente beneficiada por el interesantísimo proceso de recuperación de la memoria histórica que viene conociendo nuestro país desde fechas recientes, y que ha dado lugar a la proliferación de libros de memorias, actos conmemorativos y otras iniciativas varias que, pese a su proclamada voluntad reivindicativa, en general se alejan decididamente del discurso Hagiográfico. De este modo, desde ámbitos bien alejados de la academia, se plantea la necesidad de abordar críticamente, en todos los sentidos, episodios históricos como la Segunda República, la Guerra Civil y el Franquismo, y se establecen enriquecedoras vías de colaboración entre testimonios e historiadores.[67]66 No me detendré en el análisis de este tipo de producciones. Creo que conviene, de todos modos, no dejar de lado el importante referente que constituyen las memorias de antiguos dirigentes del PCE -como Manuel Azcárate, Irene Falcón, Gregorio López Raimundo, Santiago Carrillo, Santiago Álvarez, Marcelino Camacho, o Simón Sánchez Montero-, en calidad de fuentes para la comprensión de determinados episodios históricos significativos.[68] Pero, por otra parte, debe destacarse como característica específica -y ciertamente muy saludable- de la memorialística de esta última década, la incorporación, a la nómina de testimonios escritos, de un buen número de cuadros medios, de líderes regionales y de militantes de base.[69]
 
 
La producción estrictamente historiográfica se ha disparado y deberé limitarme, por tanto, a señalar tan sólo algunos títulos básicos. Cabe destacar que el único intento de elaborar una síntesis del conjunto de la historia del PCE, desde su fundación hasta el presente, corresponde al controvertido libro de Joan Estruch, Historia oculta del PCE, publicado por Temas de Hoy en el 2000. Se trata, al igual que el resto de los títulos de la colección en la que se ubica, de un trabajo con unos objetivos básicamente divulgativos, por lo cual no pretende ofrecer aportaciones novedosas al conocimiento de la historia de este partido, y no dispone de un aparato crítico más allá de una somera relación bibliográfica al final del texto.
[70] Debe destacarse, por otra parte, la aparición de dos modélicos estudios territoriales que abarcan la práctica totalidad de la historia del PCE en comunidades autónomas concretas: el de Víctor Santidrián sobre Galicia y el coordinado por Francisco Erice para Asturias.[71]
 
 
Si hacemos un rápido análisis por períodos históricos de las aportaciones de la última década, el balance es ciertamente desigual. Así, la etapa anterior a la Guerra Civil ha sido objeto de dos trabajos de sumo interés: el de Juan Avilés Farré, La fe que vino de Rusia. La revolución bolchevique y los españoles (1917-1931) -en el que se analiza el influjo de la revolución soviética en la evolución política de la España de la década de los veinte-, y el de Antonio Elorza y Marta Bizcarrondo, Queridos camaradas. La Internacional Comunista y España, 1919-1939 (Barcelona 1999), en el que se utiliza esencialmente la documentación procedente de los archivos de Moscú para reforzar la tesis de la fuerte supeditación del comunismo español a los intereses exteriores de la Unión Soviética en el período comprendido entre la fundación del PCE y el final de la Guerra Civil.
[72]
 
 
Pese a las decisivas aportaciones del libro de Elorza y Bizcarrondo, lo cierto es que la trayectoria del PCE durante el conflicto civil de 1936-1939 continúa sin ser suficientemente conocida. Sin duda, la parcial apertura de los archivos soviéticos ha servido para avanzar decisivamente en el conocimiento del sentido y la entidad de la intervención soviética a favor del bando republicano; tal vez uno de los temas que hasta ahora había permanecido más oscuro dentro del conocimiento sobre la Guerra Civil. Sirvan como ejemplo las monografías dedicadas al tema por Pierre Broué, Stanley G. Payne o Daniel Kowalsky, o la documentación editada y comentada por Ronald Radosh, Mary R. Habeck y Grigory Sevostianov en el polémico volumen España traicionada.
[73] En general, el material proporcionado por estos autores ha venido a reforzar las posiciones más críticas respecto al papel jugado por la URSS en el conflicto civil español -en particular respecto al precio que tuvo que pagar la República por el apoyo soviético-, aunque parte de sus interpretaciones hayan sido puestas en entredicho por algunos especialistas en los aspectos internacionales de la Guerra Civil.[74] Desde otro punto de vista, la política militar adoptada por los comunistas y, en especial, la configuración y despliegue del Quinto Regimiento, han sido estudiadas por Juan Andrés Blanco Rodríguez. Pero, paradójicamente, seguimos sin disponer de un trabajo sólido sobre la evolución del PCE en cuanto a organización política durante esos años decisivos.[75]
Si nos centramos en la etapa de la dictadura, sin duda nos encontramos con el panorama que ofrece perspectivas más esperanzadoras. Desde finales de la década de los ochenta prácticamente no se han editado nuevos estudios globales sobre el PCE durante el franquismo, con la excepción del recientísimo libro de Jesús Sánchez Rodríguez, Teoría y práctica democrática en el PCE. 1956-1982 (Madrid 2004); un sólido texto procedente de la tesis doctoral en Ciencias Políticas del autor.
[76] Pero la actividad clandestina de los comunistas ha sido tratada ampliamente en estudios de ámbito regional -como el de Carlos Fernández sobre Madrid, o los de Carme Cebrian y José Luis Martín Ramos sobre Cataluña[77]-; en biografías de dirigentes o personajes heterodoxos de este partido;[78] y en trabajos sobre el movimiento guerrillero,[79] la acción sindical,[80] la resistencia femenina,[81] y el exilio en Francia.[82] No parece, de todos modos, que las expectativas puedan plantearse de manera tan positiva respecto al estudio del período de la transición y la consolidación democrática, sobre el cual seguimos sin disponer de trabajos de carácter historiográfico que traten sobre el PCE de manera específica y cabría esperar, tal vez, un mayor número de aportaciones procedentes de otras disciplinas, como la ciencia política.[83]A modo de conclusión, podemos señalar que la investigación sobre el PCE ha conocido una evolución muy favorable en las últimas décadas. De este modo, el estudio del fenómeno comunista ha conseguido, no sin dificultades, ser abordado con unos criterios básicamente profesionales y, al tiempo, consolidarse como una temática plenamente asumida por la historiografía española. Es cierto que -más allá de los avances experimentados para períodos, zonas y aspectos concretos-, las lagunas historiográficas continúan siendo muy considerables; incluyendo cuestiones transversales tan fundamentales como la historia de las relaciones internacionales del PCE, o sus vinculaciones con otras fuerzas políticas, por citar tan sólo dos ejemplos clamorosos. También resulta evidente que, en general, persisten ciertas carencias metodológicas, por lo demás comunes al conjunto de la historiografía española del movimiento obrero; en especial, la tendencia a aplicar enfoques estrictamente políticos y fundamentalmente positivistas y narrativos al tratamiento del tema. Aun así, las investigaciones más recientes y, en particular, las presentadas en el presente congreso permiten refrendar plenamente la afirmación realizada hace dos años por Francisco Erice; sin duda «se han abierto vías prometedoras y se ha avanzado, aunque de manera insuficiente, hacia la normalización historiográfica de un tema que posee todos los ingredientes para resultar polémico».[84] Paralelamente, el perfil de los estudiosos sobre la historia del PCE se ha transformado radicalmente desde el establecimiento de la monarquía democrática. Hoy por hoy, las aportaciones principales proceden de historiadores españoles con formación académica que, en buena parte, no tienen la menor relación orgánica con dicha organización ni han conocido la época franquista en edad adulta y que, en general, no limitan sus investigaciones a la historia de este partido político, sino que las enmarcan en proyectos de historia social y política mucho más ambiciosos. Se observa, además, una cierta tendencia -aunque todavía insuficiente- a la interdisciplinariedad, gracias a aportaciones procedentes no solamente del periodismo de investigación, sino también, por ejemplo, de la politología y de la historia de la literatura. Por otra parte -y dejando al margen la compleja situación de los archivos soviéticos-, los problemas generados tradicionalmente por la escasez de fuentes disponibles se han ido reduciendo considerablemente; cabe destacar, en este sentido, la creciente organización del Archivo Histórico del PCE, y la accesibilidad de los fondos de origen policial y judicial, cuya riqueza está superando todas las previsiones.[85] Para acabar, debe señalarse que, como sucede con la práctica totalidad de los temas de historia contemporánea de España, la gran mayoría de las investigaciones en curso son de ámbito local o regional, con las ventajas e inconvenientes evidentes que esto conlleva.[86] Entre las primeras, la posibilidad de avanzar decididamente hacia una historia más próxima a la compleja y diversa realidad social que caracteriza las organizaciones obreras; una historia que se aleje, por tanto, del discurso estrictamente político-institucional que suele dominar los estudios sobre los partidos políticos de ámbito estatal. Además, son innegables las virtudes que presenta el enfoque territorial para el análisis de una temática que, especialmente por lo que respecta al período franquista, requiere investigaciones pormenorizadas y muy centradas, a menudo, en el estudio de trayectorias personales reconstruidas a partir de fuentes orales. La otra cara de la moneda la constituye la dispersión, ya bien constatable actualmente, de los resultados en la investigación. Prueba de ello, es que posiblemente la mayor parte de los trabajos sobre el comunismo español se vehiculan hacia publicaciones de ámbito local, con muy limitada circulación. Ello nos llevaría, tal vez, a una reflexión final sobre la necesidad de establecer mecanismos ágiles de interrelación entre los investigadores, que permitan comunicar adecuadamente los resultados de los trabajos en curso, pero también sobre la urgencia de dotar a los estudiosos de medios similares a los que se disponen en otros países de nuestro ámbito. En este sentido, una de las tareas esenciales que, sin duda, deberán abordarse en los próximos años es la elaboración de un conjunto de obras instrumentales básicas -guías bibliográficas y de fuentes, cronologías, diccionarios biográficos, síntesis de ámbito general y territorial…- que faciliten una tarea historiográfica mucho más sistemática y eficiente a todos los historiadores interesados en seguir desmontando los mitos y desvelar las incógnitas que todavía persisten sobre la historia del comunismo en el Estado español.[87]


[1] GINARD I FÉRON, David: “La investigación histórica sobre el PCE: desde sus inicios a la normalización historiográfica”. En BUENO, Manuel, HINOJOSA, José y GARCÍA, Carmen (Coords.): Actas del I Congreso sobre la Historia del PCE. 1920-1977. Oviedo 6, 7 y 8 de mayo de 2004. Ponencias. CD. Madrid, Fundación de Investigaciones Marxistas, 2004[2] Bruno Groppo – Bernard Pudal, «Une réalité multiple et controversée», en VV. AA., Le siècle des communismes (París 2000), pág. 20-21. En todo caso, los autores destacan que, en su conjunto, la historiografía del comunismo se ha centrado exclusivamente en el análisis de la dimensión política del fenómeno, al tiempo que se ha visto inevitablemente marcada por «de nombreux enjeux politiques et par les passions, les partis pris, les jugements de valeurs des auteurs» (pág. 21). Por otra parte, no hay duda de que, hasta la década de los sesenta, se puede caracterizar la historiografía del comunismo como una historia militante que ha oscilado -en palabras de Aldo Agosti- entre la vertiente oficial procedente del estalinismo y la no menos manipulada procedente de los «cazadores de brujas» (Aldo Agosti, «La Tercera Internacional y su historia», Estudios de Historia Social 10-11 (1979), pág. 10-11). Cf., también, Jean Vigreux – Serge Wolikow, Cultures communistes au XXe siècle. Entre guerre et modernité (París 2003), pág. 7.[3] Óscar Pérez Solís, Memorias de mi amigo Óscar Perea (Madrid 1929), pág. 12-13.[4] Pérez Solís describe esta época como “la más penosa y agitada de mi vida” y señala que “el caso es que, sin haber vivido nunca bien durante mis años de socialista […] mucho peor comencé a vivir cuando pasé a las filas del Comunismo. ¡Qué tremendos fueron los barquinazos que sufrió mi vida! […] Como sería la situación, que alguna vez llegué a sentir tentaciones de robar” (pág. 281-282). Respecto a su estancia en prisión, entre 1925 y 1927, indica: “Fue esta cárcel para mí un tormento saludable. Rodeado de todas las consideraciones compatibles con el régimen de la prisión, hicieron que fuera penosísima mi estancia en ella las pendencias asqueantes que se producían entre los comunistas de fuera y de dentro de la cárcel, las bellaquerías de algunos que sólo buscaban en el Partido Comunista la satisfacción de su sed de mando o una manera de vivir a cuenta de Moscou y el desastroso estado en que llegó a caer mi salud” (pág. 341).[5] Enrique Matorras, El comunismo en España. Sus orientaciones. Su organización. Sus
procedimientos (Madrid 1935), pág. 8.
[6] Años más tarde, Matorras publicaría el opúsculo De comunista a católico (Barcelona 1946).[7] Cf. José L. Rodríguez Jiménez, «La función de la conjura judeo-masónica-comunista en la propaganda franquista. La aportación de la policía política», Segon Congrés Recerques. Enfrontaments civils: postguerres i reconstruccions (Lleida 2002), volumen II, pág. 1170-1181.[8] El Comunismo en España presentaba una estructura mucho más caótica que el libro de Matorras, amalgamando información relativa a una “breve reseña histórica del comunismo español”, sus divisiones y su organización interna, con apartados relativos a “documentos para la historia de la CNT”, “la masonería y el comunismo en el ejército” y “el comercio con la URSS”. En su prólogo a la cuarta edición, el autor explicaba que la obra había sido iniciada en abril de 1931, al constatar que la proclamación de la República constituía la primera premisa para el triunfo del comunismo en España, y se vanagloriaba de la penetración que habían tenido sus advertencias entre la sociedad española: “Nuestro propósito era clavar en la mente del lector una idea única que fluía en cada línea: ESTA REPÚBLICA TRAE EL COMUNISMO A ESPAÑA. ¡Y lo conseguí!… Tengo numerosas pruebas. La terrible idea se clavó en el cerebro de muchos españoles… Luego, el golpear de los hechos en estos años, han hecho que ahonde más y más en la consciencia nacional… ¡Ya no podrá arrancar nadie la idea!…. Así habrá españoles, como en octubre, que sabrán aplastar la Revolución, a pesar de complicidades, ausencias y ayudas de los que “oficialmente” debieron evitarla. ¡Y así se salvará España” (pág. 9). Otras obras de Mauricio Karl en este período son: El enemigo. Marxismo, Anarquismo, Masonería (Madrid 1934) y Asesinos de España. Marxismo. Anarquismo. Masonería (Madrid 1935).[9] Cf., también, Emilio Mola Vidal, Lo que yo supe. Memorias de mi paso por la Dirección General de Seguridad (Madrid 1933).Ya en plena Guerra Civil, Carlavilla publicó Técnica del KOMINTERN en España (Badajoz 1937), en el que se hacía un recorrido cronológico de la supuesta conspiración marxista que abarcaría desde la proclamación de la República al golpe de Estado de 1936. Dentro de la línea que posteriormente desarrollará Comín Colomer, en este texto se ponía el acento en la escasa relevancia política del PCE en la época republicana, que se vería subsanada por el papel determinante del caballerismo y de agentes extranjeros en la supuesta revolución preparada por la Internacional Comunista para el verano de 1936 (pág. 93-94). Durante la contienda, aparecieron también diversos informes de carácter policial en los que se describía la organización comunista existente en España antes de 1936. Cf., por ejemplo, Detalles sobre partidos marxistas y organizaciones afines. Medios eficaces de propaganda soviética existentes en España antes del Glorioso Movimiento Nacional (Valladolid 1938). En 1938 se inició la edición del Boletín de Información Antimarxista (cf. Lorenzo Sebastián, «Una fuente policial: el Boletín de Información Antimarxista», en Javier Tusell – Alicia Alted – Abdón Mateos (coordinadores), La oposición al régimen de Franco. Estado de la cuestión y metodología de la investigación (Madrid 1990), volumen 2, pág. 325-334).[10] Se limitarían, más bien, a textos relativos a cuestiones tangenciales, como la descripción de viajes a la URSS, sin apenas información sobre cuestiones de carácter organizativo relativas al PCE. Cf., por ejemplo, la introducción de Eduardo Torralba Beci a Las nuevas sendas del comunismo: 1921: tesis, acuerdos y resoluciones del III Congreso de la Internacional Comunista (Madrid s.f. [1921?]). La literatura de viajes a la Rusia soviética ha sido tratada, entre otros, por Juan Avilés Farré, La fe que vino de Rusia. La revolución bolchevique y los españoles (1917-1931) (Madrid 1999), pág. 283-300.[11] Es curioso que, en cambio, la editorial del Partido contara con una colección de “vidas y episodios revolucionarios”, centrada en la historia reciente de la Unión Soviética. De todos modos, alguno de los opúsculos editados en la colección “los problemas de la revolución española» ofrece una interpretación del PCE sobre conflictos recientes del comunismo español, como Los renegados del comunismo en España (Barcelona 1932), en el que se ataca virulentamente al Bloque Obrero y Campesino. Sobre la labor editorial del PCE durante la República, cf. Rafael Cruz, El Partido Comunista de España durante la Segunda República (Madrid 1987), pág. 70-72. Groppo y Pudal sitúan hacia 1930 -con motivo del décimo aniversario de la fundación del PCI- los orígenes de la historiografía oficial del comunismo italiano (Bruno Groppo – Bernard Pudal, «Historiographies des communismes français et italien», VV. AA., Le siècle des communismes, pág. 67).[12] Cf., en general, Jorge Uría, «La historiografía social y el contemporaneismo español. Las deudas del pasado», Revista de Historia Jerónimo Zurita 71 (1997), pág. 95-141; Pere Gabriel, «A vueltas y revueltas con la historia social obrera en España. Historia obrera, historia popular e historia contemporánea», Historia Social 22 (1995), pág. 43-53; id., «Una historia social y política del mundo del trabajo y de los trabajadores», Vasconia 30 (2000), pág. 15-31. Sobre las aportaciones de la historiografía militante anterior a 1936 al conocimiento de la historia del PSOE, cf. Francisco de Luis Martín, «De estrella rutilante a secundario ilustre» o de la historiografía reciente sobre el socialismo en España», Ayer 50 (2003), pág. 257-261.[13] Cabe destacar, de todos modos, el caso del militante de la Oposición Comunista de Izquierda Luis García Palacios, quien en octubre de 1931 publicó un folleto de 63 páginas en las cuales relataba el proceso comprendido entre la fundación y los inicios de la Segunda República, cuyo objeto era “derrocar la dictadura que brutaliza nuestro Partido desde el año 1924, es decir, desde principios del famoso “tercer período” staliniano” (Luis García Palacios, Los dirigentes del PC al desnudo (Madrid 1931), pág. 5).[14] Así, por ejemplo, el de Gonzalo Sanz -uno de los fundadores del PCE-, “Nacimiento y desarrollo del PC de España hasta 1932”, texto de una “conferencia dada en Santo Domingo, Re. Dom., por Gonzalo Sanz en el año de 1944 ante un grupo de camaradas del Partido” (Archivo Histórico del Partido Comunista de España [AHPCE], Tesis, Manuscritos y Memorias, carpeta 77). Entre los trabajos dados a imprenta en forma de libro, tal vez deba destacarse el panegírico sobre la actuación política de José Díaz durante la Segunda República y la Guerra Civil, publicado por Victorio Codovilla poco después de la muerte del secretario general del PCE, con el revelador título de José Díaz. Ejemplo de dirigente obrero y popular de la época Staliniana (Buenos Aires 1942, con diversas reediciones). En este volumen de 120 páginas, cuyo origen era un artículo para Nuestra Bandera, hallamos ya buena parte de la línea argumental que se desplegará posteriormente en la historia oficial del partido: la crítica a “la política de vacilaciones y de conciliación del gobierno republicano-socialista con la reacción monárquica” que se vincula “hoy […] a la política de capitulación practicada por Indalecio Prieto y sus acólitos, que han establecido acuerdos con los monárquicos a fin de impedir el triunfo de la República democrática” (pág. 18 de la edición de 1948); los ataques “al grupo sectario-oportunista”, al que se acusa de la débil implantación del partido en los inicios de la República (pág. 91); el carácter de “Partido de todo el pueblo” adquirido por el PCE en la Guerra Civil (pág. 22); la reivindicación del papel histórico del Quinto Regimiento como germen del ejército regular popular (pág. 54-57), etc.[15] El más divulgado de estos textos fue el de Tomás Cossías, La lucha contra el maquis en España (Madrid 1956), en el cual se ofrecía una reseña de la actuación del “bandolerismo comunista” desde 1939 hasta la evacuación de 1952, centrada principalmente en la zona levantina. El libro estaba dedicado “a la Guardia Civil, al Cuerpo General de Policía y al de Policía Armada y de Tráfico que silenciosamente lucharon en tierra española contra el bandolerismo comunista” y contaba con un prólogo de Comín Colomer. Incluía un capítulo dedicado a los “precedentes” con una apretadísima síntesis sobre la historia del PCE desde la fundación a la Guerra Civil, y otro sobre el PCE en Rusia. La principal tesis consistía en el carácter foráneo del fenómeno guerrillero, el cual habría tenido “su gestación minuciosa en las mentes de los dirigentes del comunismo español en el exilio, que obedecía, ciegamente, las consignas y directrices emanadas directamente de Moscú” y cuya retirada se presentaba como el segundo gran fracaso del plan soviético en España. Los guerrilleros no eran “bandoleros clásicos, con una solera y psicología determinadas”, sino “agentes comunistas en los campos y montañas”, que “estudiaban la “Historia del Partido Comunista (bolchevique) de la URSS” y hablaban la jerga especial que dicho partido ha creado”, y ante la falta de apoyo popular cayeron pronto en formas de delincuencia vulgar (pág. 22-25). Cf., también, Eulogio Limia Pérez, Reseña general del problema del bandolerismo en España después de la guerra de liberación (Madrid 1957); José V. Boixader, El maquis (Madrid 1944).[16] Cf., por ejemplo, Eduardo Comín Colomer, El comunismo en España (1919-1936) (Madrid 1951) (número 49 de “Temas Españoles»). Los números 14 y 50 de la colección, también redactados por Comín, fueron dedicados respectivamente a Españoles esclavos en Rusia (Madrid 1952) y Luchas internas en la zona roja (Rusia en acción) (Madrid 1953). Este último texto se centraba en la explicación del supuesto alzamiento comunista preparado para agosto de 1936, las repercusiones del establecimiento de la embajada soviética, las checas, los sucesos de mayo de 1937 y la represión contra el POUM y “la expoliación del oro español”. De manera significativa, el opúsculo dedicaba especial atención a testimonios procedentes de otras fuerzas del bando republicano y ex-comunistas: “en la exposición de los hechos que podríamos calificar de más duros y feroces, creíamos conveniente apelar al testimonio directo de quienes formando en sus filas, como socialistas y anarquistas y hasta en concepto de comunistas, dieron, desde el exterior, detallada cuenta de lo acontecido desde el 18 de julio de 1936 hasta el 1 de abril de 1939. Son testimonios directos y elaborados con absoluta tranquilidad, que vienen a representar para nosotros una satisfacción completa, puesto que, en fin de cuentas, “son ellos los que lo dicen”” (pág. 30-31). Cf., también, Blasco Grandi, Togliatti y los suyos en España (Madrid 1954). Mauricio Carlavilla prosiguió igualmente su tarea publicística, con diversos prólogos y nuevos libros como Anti-España 1959. Autores, cómplices y encubridores del comunismo (Madrid 1959). No debe olvidarse, por otra parte, que la publicística anticomunista produjo en aquellos años algunos folletos similares en el extranjero; así en Inglaterra fue publicado hacia 1953, a cargo de la asociación Lovers of Spain Society, un texto de 63 páginas titulado A country in which Moscow has no subjects. A history of the Spanish Communist Party (1917-1944) (sl. sf). El volumen estaba dividido en tres partes, dedicadas respectivamente a “from its foundation to the civil war”, “the civil war, a soviet action” y “terrorist action after the war”. Naturalmente, también se pueden hallar numerosas referencias a la historia del PCE en las obras clásicas de la historiografía franquista de posguerra, como la Historia de la Cruzada española, dirigida por Joaquín Arrarás (Madrid 1940-1943) (8 volúmenes) o la Historia de las Internacionales en España, vol. II, 1914-1936 y vol. III, 1936-1939 (Madrid 1957), de Maximiano García Venero.[17] Este tipo de textos tiene su origen en la Historia del Partido Comunista (Bolchevique) de la URSS, publicada en 1938, y constituyen un ejemplo palmario de la importancia central que tenía el Partido en el universo comunista. En Italia, a principios de la década de los cincuenta, se elaboró, bajo la dirección y supervisión de Palmiro Togliatti, una obra de características similares, en la que se establecía un rígido esquema interpretativo que sugería la existencia de una continuidad histórica a partir del acceso de Gramsci y Togliatti a la dirección, en 1924, al tiempo que se privilegiaba la imagen antifascista, nacional y democrática del PCI y se ignoraba el papel de la Comintern en su fundación y desarrollo (Trenta anni di vita e lotte de PCI (Roma 1952)). Sin embargo, poco después, con el proceso de desestalinización, se inició la crisis de la historiografía comunista oficial, de tal modo que entre finales de la década de los cincuenta y principios de la de los sesenta se creó la Rivista storica del socialismo, se puso en marcha la publicación de una serie de documentos sobre la historia del PCI, y se renunció formalmente a elaborar una historia oficial del Partido. Así, la obra de Paolo Spriano Storia del Partito Comunista Italiano (Turín 1967-76) (5 volúmenes), se alejaba decididamente de la hagiografía comunista al uso. En cambio, en Francia el PCF mantuvo durante la década de los sesenta una absoluta cerrazón en materia historiográfica, optando de manera clara por el modelo estalinista de instrumentalización de la historia. De este modo, mediada la década se publicó una Histoire du Parti communiste français (París 1964), que seguía los parámetros tradicionales. Poco después, James Klugmann daría a imprenta su History of the Communist Party of Great Britain: Formation and Early Years (Londres 1966), que sería severamente juzgada por Hobsbawn (cf. Bruno Groppo – Bernard Pudal, «Historiographies des communismes français et italien», en VV. AA., Le siècle des communismes, pág. 70-71 y 74; Eric J. Hobsbawn, Revolucionarios. Ensayos contemporáneos (Barcelona 1978), pág. 21-23).[18] En una carta enviada por Santiago Carrillo a Dolores Ibárruri (recibida el 16 de noviembre de 1958) se ofrecen algunos detalles de interés sobre el proceso seguido. Carrillo comunica a «Pasionaria» la composición del Comité de redacción y señala que «ha parecido a todos los camaradas que la previsión de que ese Comité trabaje colectivamente, instalado ahí, liberados sus miembros de toda otra tarea de Partido, es una condición indispensable para que el plan aprobado se cumpla», pues «no es la primera vez que hemos hecho planes con parecida intención; pero que la dispersión y el intento de simultanear esa tarea con otras, nos ha llevado, cuantas veces lo hemos intentado antes, al fracaso. Sin una labor dedicada exclusivamente a preparar esos trabajos, concentrados en un mismo lugar, trabajando colectivamente, es imposible llevar a cabo lo acordado». Carrillo insistía en la dificultad del trabajo encomendado y elogiaba la elección de Moscú como lugar de residencia del comité debido a que «es el más adecuado, porque ahí hay las fuentes más importantes, y podemos tener en cada momento los consejos más calificados». Después de informar sobre la disposición de Cordón y Azcárate a integrarse en la comisión, insiste en la necesidad de que ésta empiece a funcionar lo más inmediatamente posible: «consideramos un deber decirte nuestra opinión en cuanto al método. Consideramos que para cumplir un programa tan ambicioso y complejo, el método y la organización del trabajo es algo esencial, sobre todo, si además tenemos el tiempo contado. La opinión de todos nosotros es que primero es constituir el Comité de redacción; luego trazar un plan más desarrollado y completo; después buscar y estudiar los materiales documentales necesarios, y entre ello, está la consulta a ciertos camaradas; y por último escribir. Francamente, si no hay Comité de redacción que trabaje colectivamente dudamos mucho que pueda hacerse nada de lo que nos proponemos» (AHPCE, «dirigentes», carpeta 16).[19] En una carta de Dolores Ibárruri a Santiago Álvarez (1 de junio de 1959) le informa: «De nuestros trabajos históricos: yo he terminado la parte primera, mostrando el fondo histórico del desarrollo del capitalismo y del movimiento obrero de nuestro país, la situación y la lucha de las masas populares, de la clase obrera y de los campesinos en sus rasgos generales, así como la formación de la Sección Española de la Asociación Internacional de Trabajadores, el origen del anarquismo y fundación y desarrollo del Partido Socialista, para llegar a la fundación del Partido Comunista, como necesidad histórica del desarrollo revolucionario democrático y socialista en España, en la época del socialismo y de las revoluciones proletarias. – A pesar de no dar más que los rasgos esenciales y algunos detalles que son necesarios para la comprensión de la complejidad del desarrollo histórico de nuestro país, el trabajo es un poco largo, y temo que no encaje totalmente en el plan trazado, aunque a los camaradas les ha gustado, e incluso algunos de nuestros jóvenes historiadores a quienes he consultado y que me han dado alguna información, afirman que puede ser útil […]. Tenemos también ya para discutir la primera parte del trabajo de Cordón sobre la guerra, un trabajo de Sandoval sobre la caída de la dictadura y otro de Azcárate y Balaguer, desde 1939 a 1945. El trabajo marcha, pero vamos con un poco de retraso» (AHPCE, dirigentes, carpeta 16). Cf. la intervención de Pasionaria en VI Congreso del Partido Comunista de España. 40 años del Partido Comunista de España. Sus raíces, su base ideológica, sus actividades. Informe presentado por la camarada Dolores Ibárruri (México 1960).[20] Cf. la carta de Dolores Ibárruri a Santiago Carrillo (5 de mayo de 1960) y la de Carrillo a Pasionaria (7 de mayo de 1960 (AHPCE, dirigentes, carpeta 16). Carrillo explica, entre otras, las decisiones adoptadas en cuanto al título y el proceso de impresión, los futuros proyectos encomendados a la comisión, y las correcciones efectuadas, que incluían la supresión del nombre del que había sido secretario de organización Manuel Hurtado entre los impulsores del viraje táctico de 1932, pues «tiene una actitud no buena». Cf. Rafael Cruz, Pasionaria. Dolores Ibárruri, historia y símbolo (Madrid 1999), pág. 193-194; id., «Como Cristo sobre las aguas. La cultura bolchevique en España», en Antonio Morales Moya (coordinador), Las claves de la España del siglo XX. Ideologías y movimientos políticos (Madrid 2001), pág. 201.[21] Irene Falcón, Asalto a los cielos. Mi vida junto a Pasionaria (Madrid 1996), pág. 345: «Las nuevas promociones del partido desconocían la larga trayectoria de la organización, lo que aconsejó la realización de este trabajo. Sin embargo, la urgencia provocó que, de manera acelerada, se elaborara un material que fue editado con el título de Breve historia del PCE. No era nuestra intención hacer intrusismo profesional, sino preparar materiales de divulgación, y a Dolores casi le da algo cuando vio que se había editado. No estábamos satisfechos con el trabajo; todos pensábamos que habría sido necesario profundizar para pulir los escritos que habíamos preparado precipitadamente. Es una historia pelín sectaria. En ella, desde luego, el único bueno es el PCE. Faltaba rigor histórico, profesional. Así y todo, sirvió para que los nuevos militantes se acercasen a la historia del comunismo español». Cf., también, Manuel Azcárate, Luchas y transiciones. Memorias de un viaje por el ocaso del comunismo (Madrid 1998), pág. 10, 32 y 36.[22] Historia del Partido Comunista de España, pág. 6.[23] Carta de Santiago Carrillo a Dolores Ibárruri (9 de marzo de 1961): «Aquí el gobierno francés ha prohibido la venta, en cualquier idioma; pero ha llegado tarde, la edición está prácticamente vendida, salvo una pequeña reserva puesta a buen recaudo, y casi cobrada. De todas maneras el número de ejemplares entrados en el país hasta ahora es escaso, algunos centenares, sin poder precisar exactamente. En vista de ello hemos pensado hacer una edición exclusivamente para el interior en papel biblia y de tamaño reducido. Los socialistas jóvenes del interior la piden mucho» (AHPCE, «dirigentes», carpeta 16).[24] Dolores Ibárruri, El único camino (Moscú 1960). El libro conseguiría una cierta penetración en España, e incluso fue objeto de una reseña en la revista S.P. (se pueden conocer algunos detalles sobre la difusión del libro en las cartas de Santiago Carrillo a Dolores Ibárruri de 24 de diciembre de 1962 y de 23 de junio de 1963 (AHPCE, «dirigentes», carpeta 16).) Cf., también, las referencias contenidas en: Irene Falcón, Asalto a los cielos. Mi vida junto a Pasionaria, pág. 344-345.[25] Enrique Líster, Nuestra guerra. Aportaciones para una Historia de la Guerra Nacional Revolucionaria del Pueblo Español 1936-1939 (París 1966); Antonio Cordón, Trayectoria (Recuerdos de un artillero) (París 1971); Juan Modesto, Soy del Quinto Regimiento (París 1969); Ignacio Hidalgo de Cisneros, Cambio de rumbo (Bucarest 1964) (reeditado en Vitoria en 2001). Desde unas posiciones críticas, cf. Manuel Tagüeña, Testimonio de dos guerras (México 1973).[26] Guerra y revolución en España (Moscú 1966-1977), 4 volúmenes. El primer volumen trata desde la proclamación de la República hasta el gobierno Giral; el segundo se dedica a analizar la actuación de la CNT en los inicios de la guerra, al gobierno Largo Caballero, a la defensa de Madrid y a la batalla de Guadalajara; el tercero abarca desde los hechos de mayo de 1937 hasta la caída del Norte; y el cuarto desde la batalla de Teruel al final de la guerra. La revista teórica del Partido Nuestra Bandera, también dedicó un monográfico al tema (número 51-52, cuarto trimestre de 1936), con artículos de Santiago Carrillo, María Teresa León, Juan Diz, Santiago Álvarez, Enrique Líster, Irene Falcón, y S. A. Stegar. También en aquel mismo año la historiadora soviética L. V. Ponomariova editó un texto sobre la fundación del PSUC, que conocería traducciones (cf. La formació del Partit Socialista Unificat de Catalunya (Barcelona 1977)).[27] Cf. Irene Falcón, Asalto a los cielos. Mi vida junto a Pasionaria, pág.346-347. Por otra parte, en las postrimerías del franquismo se editaron algunos libros de carácter testimonial -bien en forma de memorias, bien en forma de largas entrevistas- en los que dirigentes históricos del PCE aportaban sus puntos de vista respecto a la situación política española y los debates que sacudían esta organización. Sería el caso de la larga entrevista concedida en 1975 por Santiago Carrillo a Regis Debray y Max Gallo Mañana España. Conversaciones con Régis Debray y Max Gallo (París 1975). También a principios de la década de los setenta aparecía en el extranjero algún libro básico para el conocimiento de los primeros pasos del PCE, como el segundo volumen de las memorias del suizo Jules Humbert-Droz -figura clave de la Comintern en España entre 1922 y 1931-, De Lénine à Staline. Dix ans au service de l’Internationale Communiste (1921-1931) (Neuchâtel 1971). Son sobradamente conocidas sus referencias al primer comunismo español (páginas 185-192 y 403-457), en las que se describe un panorama poco menos que catastrófico. Poco antes se había iniciado la publicación de sus archivos (Archives de Jules Humbert-Droz, Volume I: Origines et débuts des partis communistes des pays latins 1919-1923 (Dordrecht 1970)).[28] Cf., por ejemplo, Enrique Fuentes, «La oposición antifranquista de 1939 a 1955», Horizonte Español 1966, vol. 2, pág. 1-28; Jorge Semprún. “La oposición política en España: 1956-1966”, Horizonte Español 1966, vol. 2, pág. 39-55; Andrés Sorel, Búsqueda, reconstrucción e historia de la guerrilla española del siglo XX a través de sus documentos, relatos y protagonistas (París 1970). También se publicarían pronto algunos testimonios de antiguos guerrilleros, como los de José Gros, Abriendo camino. Relatos de un guerrillero comunista español (París 1971) y Adolfo-Lucas Reguilón, El último guerrillero de España (Madrid 1975).[29] José Antonio Balbotín, La España de mi experiencia (Reminiscencias y esperanzas de un español en el exilio) (México 1952); Enrique Castro Delgado, La vida secreta de la komintern. Cómo perdí la fe en Moscú (Madrid 1950); id., Hombres made in Moscú (Barcelona 1963); Ettore Vanni, Yo, comunista en Rusia (Barcelona 1950); Jesús Hernández Tomás, Yo fui un ministro de Stalin (México 1953); José Bullejos, Europa entre dos guerras 1918-1938 (México 1945); id., La comintern en España. Recuerdos de mi vida (México DF 1972); Valentín González, Vida y la muerte en la URSS (Buenos Aires 1951); id., Comunista en España y antistalinista en la U.R.S.S. (nuevas revelaciones) (México 1952). Los libros de Hernández y González fueron editados inmediatamente en España, con los títulos modificados, evidentemente sin la autorización de los autores, y con añadidos a cargo de Mauricio «Karl». El propio «Campesino» sería objeto, años después, de una biografía sumamente crítica publicada en España (cf. Marcelino Heredia, El campesino. Su vida y hechos (Barcelona 1964)).[30] Desde otra perspectiva, también deben tenerse en cuenta los libros de militantes que ya se habían pasado al comunismo heterodoxo en la década de los treinta. Así, en pleno franquismo, el antiguo dirigente del POUM Julián Gómez «Gorkin» desarrollaría una intensa tarea de crítica a la actuación del estalinismo (cf., por ejemplo, Caníbales políticos (Hitler y Stalin en España) (México 1941), España, primer ensayo de democracia popular (Buenos Aires 1961), El proceso de Moscú en Barcelona. El sacrificio de Andrés Nin (Barcelona 1974) y El revolucionario profesional. Testimonio de un hombre de acción (Barcelona 1975). Gorkin ha sido relacionado posteriormente con las actuaciones de la CIA para infiltrarse en el mundo cultural; cf. Frances Stonor Saunders, La CIA y la guerra fría cultural (Madrid 2001), pág. 299, 484-484, 487 y el prólogo de Marc Ferri, «Julián Gorkin, la vida de un luchador», a: Julian Gorkin, Contra el estalinismo (Barcelona 2001), pág. 19-20). Joaquín Maurín, por su parte, incluyó un apéndice «sobre el comunismo en España» en la edición de su libro Revolución y contrarrevolución en España (París 1975) (pág. 241-289). Cf., también, Juan Andrade, Apuntes para la Historia del PCE (Barcelona 1979) (incluye un esbozo bibliográfico del autor, a cargo de Pelai Pagés); Albert Pérez Baró, Els «feliços» anys vint. Memòries d’un militant obrer 1918-1926 (Palma 1974); Luis Portela, «El nacimiento y primeros pasos del movimiento comunista en España», Estudios de Historia Social 14 (1980), pág. 191-217. Tampoco deberían olvidarse los libros de memorias de dirigentes del PSOE y la CNT, sumamente críticos, en general, con la actuación del PCE durante la Guerra Civil.[31] Nacido en Zaragoza en 1908, el autor declaraba haber tomado conciencia de lo que era y constituía el comunismo “en tanto que máquina revolucionaria, preparada para el asalto del mundo” a raíz de la lectura, en 1927, de un ejemplar del Bulletin de Presse Hebdomadaire -que publicaba en Ginebra la Entente Internationale Anticommuniste-, y de la obra de Sergio Petrovich Melgounov, El terror rojo en Rusia, 1918-1924. Durante la Guerra Civil se especializó en la lucha anticomunista y, en febrero de 1939, se incorporó a la Delegación del Estado para la Recuperación de Documentos, donde tuvo un papel muy destacado en la clasificación del material documental que sería usado para la represión de posguerra. Su ascenso en el escalafón policial fue espectacular y culminaría con su acceso, en 1969, al cargo de director del Instituto de Estudios de Policía (Cf. José L. Rodríguez Jiménez, «La función de la conjura judeo-masónica-comunista en la propaganda franquista. La aportación de la policía política», Segon Congrés Recerques. Enfrontaments civils: postguerres i reconstruccions (Lleida 2002), volumen II, pág. 1173-1175; Josep Cruanyes, Els papers de Salamanca. L’espoliació del patrimoni documental de Catalunya (1938-1939) (Barcelona 2003), pág. 236-238). En otras obras de Comín como La República en el exilio (Madrid 1957) o El 5º Regimiento de Milicias Populares (Madrid 1973) se puede hallar también abundante información sobre el PCE.[32] En concreto, el primer volumen se centraba en Los primeros Pasos (1920-1923), la etapa de clandestinidad bajo la dictadura de Primo de Rivera, y El auge comunista y la bolchevización del socialismo; es decir, la etapa comprendida entre la proclamación de la República y el XIII Pleno del Comité Ejecutivo de la Comintern. En el segundo volumen se analizaba la etapa preparatoria del movimiento revolucionario de octubre de 1934, la insurrección de Asturias y Cataluña, y las consecuencias del VII Congreso de la Internacional Comunista. De este modo, el tercer volumen se reservaba exclusivamente a la etapa del Frente Popular, hecho justificado porque “políticamente considerado, el Partido Comunista de España comenzó su mayoría de edad el 16 de febrero de 1936, cuando del brazo de socialistas, republicanos de izquierda y otras fracciones de menor pelaje, entra de lleno en la vida pública del país, con el rango y derechos que se derivan de su integración en el contubernio frentepopulista, entronizado en nuestra Patria conforme a las normas establecidas en el V Congreso de la Komintern.” (vol. 3, pág. 5).[33] Eduardo Comín Colomer, Historia del Partido Comunista de España, volumen 1, pág. XIV-XV: «Claro que, propiamente, hemos de considerar en todo momento al Partido Comunista de España – Sección Española de la Internacional Comunista- como mero ejecutor de las consignas impartidas desde la Komintern. En su nacimiento a la vida pública, y en el curso de su existencia, la dirección española cumplió y nada más, el papel asignado. Entonces, como hoy y como siempre. Borodin y Ror, elementos ajenos a nuestro país, fueron los parteros que posibilitaron el alumbramiento del Partido allá en 1920.Tras ellos, otros delegados de Moscú, como Doriot, Marty, Drotz, Codovila, Gerö, Owsenko, Togliatti y tantos otros, no actuaban en un simple papel de instructores o asesores, sino como verdaderos dirigentes con plenos poderes de la Internacional Roja, a cuyos dictados habían de someterse en tales fechas, al igual que ahora, quienes de arriba abajo militan en cualquier partido comunista» (pág. XIV-XV). Igualmente, en la nota preliminar se señala: “Moscú valora en todas sus dimensiones la significación estratégica de la Península y la Internacional Comunista inspira, dirige y controla la comunistización de España. […] Los dirigentes del comunismo español, por su parte, se someten a las consignas de Moscú y no ocultan su calidad de agentes de una potencia extranjera, sirviendo sin discriminación ni reserva al equipo soviético de turno, sea éste representado por Stalin, Jruschov o Breshniev».[34] “Algo esencial hemos de resaltar […] en esta parte de nuestra HISTORIA DEL PARTIDO COMUNISTA DE ESPAÑA, la fracción bolchevique y sus figurones, son un personaje más entre los principales, pero no el exclusivo. La razón es sencilla: los comunistas han conseguido bolchevizar a extensos sectores, que sin encuadramiento en sus filas siguen fielmente las directrices que se imparten desde la Internacional, correspondiéndoles actuar con trágica intensidad” (vol. 3, pág. 7).[35] Así, en la nota preliminar al primer volumen se proclamaba que «la HISTORIA DEL PARTIDO COMUNISTA DE ESPAÑA (Primera etapa) aparece como una aportación extraordinariamente documentada y objetiva al estudio de la penetración comunista en nuestra Patria […] el estudio histórico de Eduardo Comín Colomer constituye el primer análisis sistemático en torno a las actividades comunistas en España. El rigor científico de la investigación y la riqueza documental utilizada sitúan en la condición de meros libelos de propaganda la desafortunada adulteración de episodios (HISTORIA DEL PARTIDO COMUNISTA DE ESPAÑA, Editions Sociales, París 1960) intentada por el grupo Dolores Ibárruri – Santiago Carrillo, y cuantos conatos del mismo género se han llevado a cabo. […] Representa una documentación imprescindible en este momento para apreciar seriamente la naturaleza, los orígenes y el desarrollo del comunismo español en los tres primeros lustros de su existencia, y para valorar en toda su magnitud el gravísimo peligro que amenazó la paz y libertad de España al quedar incluida nuestra Patria en los objetivos de expansión del comunismo internacional”.[36] Francisco Aguado Sánchez, El maquis en España (Madrid 1976); id., El maquis en sus documentos (Madrid 1976); Ángel Ruiz Ayúcar, El Partido Comunista. 37 años de clandestinidad (Madrid 1976); id., Crónica agitada de ocho años tranquilos 1963-1970 (Madrid 1974).[37] Esta tendencia a centrarse casi exclusivamente en el estudio general de la Guerra Civil y sus antecedentes fue especialmente notoria en el caso del hispanismo anglonorteamericano; cf. Enrique Moradiellos, «El espejo distante: España en el hispanismo británico contemporaneísta», Revista de Extremadura 24 (septiembre – diciembre de 1997), pág. 7-38; Ana C. Guerrero – Abdón Mateos, «Algunas notas sobre el hispanismo británico. Del Laberinto Español de Brenan al Franco de Preston», Spagna Contemporanea 8 (1995), pág. 133-147; Sebastián Balfour, «El hispanismo británico y la historiografía contemporánea de España», Ayer 31 (1998), pág. 163-181. Sobre el hispanismo francés, cf. Josette Blanquat y Jean-François Botrel, «El hispanismo francés: de la historia social a la historia cultural», Historia Contemporánea 20 (2000), pág. 31-52.[38] Mucho menos conocida es la aportación del periodista italiano y veterano militante comunista y resistente antifascista Cesare Colombo. Su Storia del partito comunista spagnolo (Milán 1972), con prólogo de Vittorio Vidali, estaba estructurada en ocho capítulos que abarcaban desde los orígenes hasta los últimos acontecimientos (huelga en El Ferrol de 1972), acompañada de una cronología y de un índice onomástico. El somero aparato crítico incorporado revela que se trata fundamentalmente de una síntesis bibliográfica que utiliza ampliamente la historia oficial del PCE, aunque actualizada con informaciones procedentes de la prensa comunista italiana y española.[39] Cf. David T. Cattell, Communism and the Spanish Civil War (California 1955); id., Soviet Diplomacy and the Spanish Civil War (Berkeley – Los Ángeles 1957).[40] Franz Borkenau, El reñidero español (París 1971) [edición original en 1937].[41] Según indicaba el autor en el prólogo: “Aunque el estallido de la guerra civil española en julio de 1936, fue seguido por una amplia revolución social en el bando antifranquista […] millones de personas inteligentes que vivían fuera de España fueron mantenidas en la más completa ignorancia, no sólo de su profundidad y alcance, sino incluso de su existencia, gracias a una política de duplicidad y disimulo, de la que no existe paralelo en la historia. – Los más destacados en la práctica de este engaño al mundo entero y en la deformación dentro de la propia España del carácter de la revolución, fueron los comunistas, que aunque en exigua minoría al iniciarse la guerra civil, utilizaron de modo tan eficaz las múltiples oportunidades que este gran conflicto presentaba, que antes de la terminación del mismo en 1939, se habían convertido, tras una fachada democrática, en la fuerza gobernante en el campo izquierdista” (Burnett Bolloten, El gran engaño (Barcelona 1961), pág. 19). El libro ha sido objeto posteriormente de sucesivas reediciones y ampliaciones. Debe tenerse en cuenta, también, el impacto de la monografía coetánea de Pierre Broué y Émile Temime, La révolution et la guerre d’Espagne (París 1961).[42] En palabras de Fraga, “el libro The Grand Camouflage […] es un libro sorprendente para quienes siguen viendo la guerra española como algo separado de las cuestiones de nuestro tiempo […]. El Gran Engaño tras el cual los comunistas montaron la operación española queda al descubierto […] tenían un plan, basado en la estrategia general del Kremlin. – Este plan permitió, en el primer año de la revolución, la conquista del poder en la España roja, que Bolloten ve consumado con la caída del Gobierno de Largo Caballero, sustituido por el doctor Negrín”. Cf., también, los elogios que le dedica Ricardo de la Cierva, Cien libros básicos sobre la Guerra de España (Madrid 1966), pág. 184-187. Un caso similar aconteció ese mismo año con el trabajo del periodista e historiador serbio Branco Lazitch, Los partidos comunistas en Europa 1919-1955, un texto de tono académico, basado en la descripción de cada una de las organizaciones comunistas europeas, del que el Instituto de Estudios Políticos publicó una edición española con una nota preliminar del mismo Fraga. Si las referencias en el libro de Lazitch al PCE eran más bien parcas y anodinas, el Instituto de Estudios Políticos se encargó de “actualizar y completar” el texto con un extenso prólogo, un apéndice y unas biografías adicionales preparados por el director del Instituto Jesús F. Pueyo Álvarez y por el periodista y antiguo voluntario de la División Azul José Luis Gómez Tello, que reproducían fielmente el discurso habitual del régimen sobre el tema.[43] Especialmente ácidas han sido las objeciones de Herbert Southworth; cf. El lavado de cerebro de Francisco Franco. Conspiración y Guerra Civil (Barcelona 2000), pág. 290-291; id., «»El gran camuflaje»: Julián Gorkín, Burnett Bolloten y la Guerra Civil Española», en Paul Preston (editor), La República asediada. Hostilidad internacional y conflictos internos durante la Guerra Civil (Barcelona 2001), pág. 417-491. Cf., en el mismo texto, las alusiones críticas de Preston (pág. 23), también incluidas en la introducción a su libro La Guerra Civil española (Barcelona 2000), pág. 13. La opinión de Aróstegui, en «Burnett Bolloten y la Guerra Civil Española. La persistencia del gran engaño», Historia Contemporánea 3 (1990), pág. 151-180. Una reivindicación de la obra del autor de El gran engaño en el prólogo de Stanley G. Payne a: Burnett Bolloten, La Guerra Civil española: Revolución y contrarrevolución (Madrid 1989), pág. 11-16.[44] Me refiero a la tesis doctoral de Pelai Pagès, Dissidències comunistes al si de la III Internacional: l’Esquerra Comunista d’Espanya, presentada en la Universitat de Barcelona en septiembre de 1975. Cf. las referencias al PCE en: Manuel Núñez de Arenas – Manuel Tuñón de Lara, Historia del movimiento obrero español (Barcelona 1970), pág. 214-218, 222-226, 247-248, 254-256; Manuel Tuñón de Lara, El movimiento obrero en la historia de España (Madrid 1972), pág. 699-717 y 881-895; Luis Gómez Llorente, Aproximación a la historia del socialismo español (hasta 1921) (Madrid 1972), pág. 379-563. Deben tenerse en cuenta, también, los estudios sobre el movimiento obrero a nivel local o regional en las postrimerías del franquismo como: David Ruiz, El movimiento obrero en Asturias de la industrialización a la segunda república (Oviedo 1968); Pere Gabriel, El moviment obrer a Mallorca (Barcelona 1973); Antonio María Calero, Historia del movimiento obrero en Granada, 1909-1923 (Madrid 1973); Juan Pablo Fusi, Política obrera en el País Vasco (1880-1923) (Bilbao 1975). Cf. Manuel Tuñón de Lara, «Historia del movimiento obrero en España (un estado de la cuestión en los últimos diez años)», en Historiografía española contemporánea (X Coloquio de Pau) (Madrid 1980), pág. 231-250; Carlos M. Rama, “Estado actual de los estudios sobre el anarquismo español del siglo XX”, en VV. AA., Teoría y práctica del movimiento obrero en España (1900-1936) (Valencia 1977), pág. 57-78; Manuel Pérez Ledesma, «Manuel Tuñón de Lara y la historiografía española del movimiento obrero», en José Luis de la Granja – Alberto Reig Tapia, Manuel Tuñón de Lara. El compromiso con la historia. Su vida y su obra (Bilbao 1993), pág. 197-215; Luis Garrido González, «Manuel Tuñón de Lara y la historiografía andaluza sobre el movimiento obrero», en José Luis de la Granja – Alberto Reig Tapia – Ricardo Miralles (edición), Tuñón de Lara y la historiografía española (Madrid 1999), pág. 87-120.[45] Víctor Alba, Historia del Partido Comunista en España. Ensayo de interpretación histórica (Barcelona 1979); Joan Estruch Tobella, Historia del PCE 1920-1939 (Barcelona 1978); Pelai Pagès, Historia del Partido Comunista de España (desde su fundación en abril de 1920 hasta el final de la dictadura de Primo de Rivera, abril de 1930) (Barcelona 1978). El libro de Pagès procedía de la primera parte de su tesis y padeció una edición muy defectuosa. Poco antes el mismo autor había publicado El movimiento trotskista en España (1930-1935). La Izquierda Comunista en España y las disidencias comunistas durante la Segunda República (Barcelona 1977). Por su parte, el periodista e historiador Antonio Padilla publicó también en la editorial Planeta un volumen divulgativo –complementario de los dedicados por el mismo autor al anarquismo y al socialismo- que abarcaba desde el “prebolchevismo español” hasta la Guerra Civil, acompañado de veinte textos complementarios, procedentes de bibliografía al uso (Antonio Padilla, El movimiento comunista español (Barcelona 1979)). Deben tenerse en cuenta también los artículos de Pilar González Guzmán, «Historia del Partido Comunista de España. Notas para su recuperación», publicados en la revista Tiempo de Historia (números 30 (pág. 4-21) y 31 (pág. 50-69)), que utilizan generosamente la historia oficial del PCE. Poco después apareció una muy discreta síntesis a cargo del veterano militante comunista ortodoxo Carlos Llorens Castillo, Historia del Partido Comuinista de España. Desde los orígenes (1920) hasta el período de conversión al reformismo (1956-1982) (Valencia 1982), a la que seguiría poco después el libro de memorias La primera década: una aportación al proceso político e ideológico del franquismo y a la historia del PCE (Valencia 1983).[46] Gerarld Meaker, La izquierda revolucionaria en España 1914-1923 (Barcelona 1978); Carlos Forcadell, Parlamentarismo y bolchevización (1914-1918) (Barcelona 1978). El libro de Meaker – producto de una tesis doctoral presentada en la Universidad de California y publicado originalmente en lengua inglesa- se presentaba como una historia política e ideológica del movimiento obrero español entre el inicio de la Primera Guerra Mundial y el golpe de Estado de Primo de Rivera, aunque tomando como tema unificador la respuesta del obrerismo español a la Revolución Soviética. Su tesis principal era que el fracaso del movimiento comunista español debía ser entendido en el marco de un movimiento obrero claramente retrasado respecto a los parámetros europeos y víctima del vacío creado por la rivalidad y la separación regional entre anarcosindicalistas y socialistas. Por su parte, Forcadell llegaba a la conclusión de que la escisión comunista tenía sus orígenes en tendencias ya incubadas durante los años de la Primera Guerra Mundial en el seno del PSOE.[47] Ricard Vinyes, La formación de las Juventudes Socialistas Unificadas 1934-1936 (Madrid 1978); Santos Juliá, Orígenes del Frente Popular en España 1934-1936 (Madrid 1979); Josep Lluís Martín Ramos, Els orígens del Partit Socialista Unificat de Catalunya (1930-1936) (Barcelona 1977); Ramon Casteràs Archidona, Las JSUC ante la guerra y la revolución (Barcelona 1977).[48] Entre la segunda mitad de los setenta y la primera de los ochenta se reelaboraron, y/o completaron diversos libros de memorias de dirigentes, como Dolores Ibárruri (Memorias de Pasionaria, 1939-1977. Me faltaba España (Barcelona 1984) y diversas reediciones de El único camino) y Enrique Líster (Memorias de un luchador I. Los primeros combates (Madrid 1977) y Así destruyó Carrillo el PCE (Barcelona 1983)). Pasionaria fue objeto de sus primeras biografías, como la de Teresa Pàmies, Una española llamada Dolores Ibárruri (Barcelona 1976) y la de Jaime Camino, Íntimas conversaciones con Pasionaria (Barcelona 1977). Santiago Carrillo inició también su serie de textos sobre la historia reciente, que incluiría títulos como El año de la Constitución (Barcelona 1978), Memoria de la transición (la vida política española y el PCE) (Barcelona 1983) y El año de la peluca (Madrid 1987). También aparecieron algunos libros a cargo de militantes no tan destacados, como Joaquín Almendros, Situaciones españolas.El PSUC en la Guerra Civil 1936-1939 (Barcelona 1976); Juan Ambou, Los comunistas en la resistencia nacional republicana (la guerra en Asturias, el País Vasco y Santander) (Madrid 1978), Nieves Castro, Una vida para un ideal. Recuerdos de una militante comunista (Madrid 1981), y Cecilio Arregui, ¡Por rojo! Memorias (Bilbao 1983). Entre las crónicas periodísticas, cf. Joaquín Bardavío, Sábado santo rojo (Madrid 1980); Amandino Rodríguez Armada – José Antonio Novais, ¿Quién mató a Julián Grimau? (Madrid 1976). Respecto a las recopilaciones documentales, cabe destacar la de Fernando Claudín, Documentos de una divergencia comunista (Barcelona 1978), relativa a la polémica interna que, en 1964, había conducido a su expulsión y a la de Jorge Semprún. El propio Claudín publicaría también una sólida historia sobre La crisis del movimiento comunista. De la komintern al kominform (Barcelona 1978). También aparecieron ciertas ediciones de documentos sobre la Guerra Civil, como: Palmiro Togliatti, Escritos sobre la guerra de España (Barcelona 1980) y Los comunistas y la revolución española. Togliatti, Díaz, Carrillo (Barcelona 1979).[49] Jorge Semprún, Autobiografía de Federico Sánchez (Barcelona 1977). Un resumen del debate en: Equipo Planeta dirigido por Rafael Abella, Semprún-PCE. Historia de una polémica (Barcelona 1978).[50] Cf., entre otros, Bernardo Valli, Los eurocomunistas. Historia, polémica y documentos (Madrid 1977); Heinz Timmermann (a cura de), I partiti comunisti dell’Europa mediterránea (Bolonia 1981) (incluye un capítulo dedicado a “Il partito comunista spagnolo”, a cargo de Eusebio Mujal-León (pág. 107-144), quien posteriormente publicaría la monografía Communism and Political Change in Spain (Bloomington 1983)) y, sobre todo, Richard Kindersley (recopilador), In Search of Eurocommunism (Londres 1981) (con un trabajo de Paul Preston sobre «The PCE’s Long Road to Democracy 1954-1977»). Cf. la bibliografía citada por Jesús Sánchez Rodríguez, Teoría y práctica democrática en el PCE (1956-1982) (Madrid 2004), pág. 195-264.[51] VV.AA., Para una historia del PCE. Encuentros en la FIM (Madrid 1985) (los distintos textos ya se habían publicado por separado en 1980). El libro ha sido objeto recientemente de una reedición (Contribuciones a la historia del PCE (Madrid 2004)), que incorpora además algunos trabajos de David Ruiz, Marta Bizcarrondo, Manuel Tuñón de Lara y Paolo Spriano, procedentes de un simposio celebrado el mismo año dedicado a «El Frente Popular y el movimiento comunista», y que aparecieron en los números 16-17 de Estudios de Historia Social (1981). Deben tenerse en cuenta, también, los monográficos de la revista Mundo Obrero sobre la historia del PCE, aparecidos en 1980 y 1985, la cronología 60 años de historia. 1920-1980. 60 aniversario del PCE (Madrid 1980), y el opúsculo de Gerardo Iglesias – Luis Lucio Lobato y José Sandoval, El Partido de ayer y hoy (Madrid 1985).[52] Ramón García Cotarelo, «Las vicisitudes del comunismo español y su historiografía», Revista de Estudios Políticos 3 (mayo-junio de 1978), pág. 133. Cotarelo consideraba que historiar el PCE era una empresa ardua por los siguientes motivos: «en primer lugar, el escaso desarrollo que entre nosotros han alcanzado aún los trabajos monográficos históricos sobre un solo partido o corriente política; en segundo lugar, las dificultades que, de suyo, presenta todo intento de historiar cualquier partido comunista (dado el carácter cerrado, muchas veces secreto, de su organización, de sus mecanismos decisorios, de sus formas de financiación, etc); en tercer lugar, el hecho, puramente español, pero no de escasa envergadura, de que, de los casi sesenta años de existencia del partido comunista, unos cincuenta hayan sido de clandestinidad o de semilegalidad» (pág. 133).[53] Perry Anderson, «La historia de los partidos comunistas», en Raphael Samuel (editor), Historia popular y teoría socialista (Barcelona 1984), pág. 152. Cf., también, Joan del Alcázar, «En torno a la historia del PCE: varias consideraciones y una aproximación», Estudis d’Història del País Valencià 4 (1983), pág. 153-180. Es igualmente significativa la limitadísima presencia de autores y títulos españoles en la relación bibliográfica de Vilem Kahan (editor), Bibliography of the Communist International (1919-1979) (Leiden 1990) (cf. los índices, pág. 382-389).[54] Heine había publicado unos años antes un importante trabajo sobre la guerrilla gallega (A guerrilla antifranquista en Galicia (Vigo 1980)). También apareció alguna obra sobre Cataluña, como el estudio biográfico de Miquel Caminal dedicado al dirigente del Partit Socialista Unificat de Catalunya-PSUC – Joan Comorera (Barcelona 1983-85) (3 volúmenes) y la monografía de Carme Molinero y Pere Ysàs La resistència antifeixista a Catalunya (1939-1950) (Barcelona 1981).[55] David Wingeate Pike, Jours de gloire. Jours de Honte. Le parti communiste d’Espagne en France depuis son arrivée en 1939 jusqu’à son départ en 1950 (París 1984). La obra usó principalmente documentación oficial francesa, prensa y un buen número de testimonios orales. Se centraba en el estudio del papel de los comunistas españoles en la resistencia antinazi, su evolución interna en Francia, y sus relaciones con el PCF. Se pueden encontrar algunas referencias anteriores al exilio comunista español en obras generales como la de José Borrás, Políticas de los exiliados españoles 1944-1950 (París 1976).[56] Daniel Arasa, Años 40: los maquis y el PCE (Barcelona 1984); Fernándo Jáuregui – Pedro Vega, Crónica del antifranquismo (Barcelona 1983-1985). Sergio Vilar, por su parte, retomaba el estudio de esta cuestión con una obra básicamente de síntesis (Historia del antifranquismo (1939-1975) (Barcelona 1984)) y el también periodista Rafael Gómez Parra ofrecía un particular resumen de la cuestión guerrillera (La guerrilla antifranquista (1945-1949) (Madrid 1983)). La retirada de Carrillo de la secretaría general del PCE estimuló la aparición de algunas biografías, como la de Fernando Claudín Santiago Carrillo: Crónica de un secretario general (Barcelona 1983) y la de José Antonio Vidal Sales, Santiago Carrillo: biografía (Barcelona 1987). Sobre Pasionaria, en los ochenta aparecieron los libros de Andrés Carabantes y Eusebio Cimorra, Un mito llamado Pasionaria (Barcelona 1982) y Andrés Sorel, Dolores Ibárruri. Pasionaria. Memoria humana (Madrid 1989), y fue rodada la película documental de Luis García Sánchez Dolores (1981).[57] De todos modos, por aquellos años se leyó una de las pocas tesis doctorales conocidas sobre el comportamiento electoral de los comunistas en la transición; cf. Joan Botella Corral, El electorado comunista en Cataluña, 1977-1980: Un estudi de psefología (tesis doctoral, Universidad Autónoma de Barcelona 1983). También aparecieron algunas síntesis sobre el PCE en este período, como la de Richard Gunther, «Los Partidos Comunistas de España», en Juan José Linz – José Ramón Montero, Crisis y cambio. Elecciones y partidos en la España de los años ochenta (Madrid 1986), pág. 493-523 y la de Juan Carlos González Hernández, «El Partido Comunista de España en el proceso de transición política», en José Félix Tezanos y otros, La Transición democrática española (Madrid 1989), pág. 543-585.[58] El mismo autor ha publicado algunos trabajos complementarios, como El arte que inflama. La creación de una literatura política bolchevique en España 1931-1936 (Madrid 1999) y diversos artículos aparecidos en Estudios de Historia Social y volúmenes colectivos.[59] E.H. Carr, La Comintern y la Guerra Civil española (Madrid 1986). Cf. también el capítulo dedicado por el mismo autor al PCE de la Segunda República en su libro El ocaso de la KOMINTERN (Madrid 1986), pág. 311-340. Poco después el historiador francés Carlos Serrano publicó un trabajo sobre la participación de los comunistas galos en la Guerra Civil (L’enjeu espagnol. PCF et guerre d’Espagne (París 1987)).[60] Así, por ejemplo, Secundino Serrano, La guerrilla antifranquista en León (1936-1951) (Madrid 1986); Fernanda Romeu, Más allá de la utopia: la Agrupación Guerrillera de Levante (Valencia 1987); Francisco Moreno Gómez, Córdoba en la postguerra. La represión y la guerrilla, 1939-1950 (Córdoba 1987); Paloma Fernández Pancorbo, El maquis al norte del Ebro (Zaragoza 1988); Justo Vila Izquierdo, La guerrilla antifranquista en Extremadura (Badajoz 1986); y la obra colectiva El movimiento guerrillero de los años 40 (Madrid 1988; reeditada y ampliada en 2003).[61] Javier Tusell – Alicia Alted – Abdón Mateos (coordinadores), La oposición al régimen de Franco. Estado de la cuestión y metodología de la investigación (Madrid 1990), 3 volúmenes. Hubo una ponencia sobre la oposición comunista a cargo de Antonio Elorza que, finalmente, no se publicó. Las únicas comunicaciones dedicadas de manera estricta al PCE son las de Santiago González («La prensa clandestina comunista. La acción sindical», tomo I, volumen 2, pág. 63-72), Mariano Esteban («La acción comunista en el campo a través de sus publicaciones clandestinas, 1964-1975», tomo I, volumen 2, pág. 73-80), Encarnación Barranquero y Alfonso Villalobos («»Venceremos». Análisis de una publicación de oposición al régimen de Franco», tomo I, volumen 2, pág. 217-231) y Francisco Torres, «Un medio de comunicación al servicio de los grupos de la oposición: «Radio España Independiente» (Análisis de la acción opositora a través de sus noticias, 1965)», tomo II, pág. 399-406). Con motivo del cincuentenario del PSUC se publicó el volumen colectivo La Nostra Utopia: PSUC: cinquanta anys d’història de Catalunya (Barcelona 1986).[62] Esta conclusión aparecía en los trabajos de algunos de los principales especialistas europeos en el estudio de la historia del comunismo; cf., por ejemplo, José Gotovitch – Pascal Delwit – Jean-Michel De Waele, L’Europe des communistes (Bruselas 1992), pág. 323: “Le système communiste est donc mort. Le communisme a été une partie essentiele de l’histoire du vingtième siècle. Les questions posées et les faits dénoncés par le mouvement communiste restent largement d’actualité. Les solutions proposées ont fait fallite, les problèmes, quant à eux, demeurent”.[63] Respecto al debate historiográfico sobre la historia del comunismo en Francia, cf. Roberto Ceamanos, «El uso de la historia en el espacio público francés. El debate sobre la historia del comunismo», en Carlos Forcadell – Carmen Frías – Ignacio Peiró (coordinadores), VI Congreso de la Asociación de Historia Contemporánea. Usos públicos de la Historia (Zaragoza 2002), pág. 85-99.[64] Stéphane Courtois y otros, El libro negro del comunismo. Crímenes, terror y represión (Madrid 1998). El capítulo relativo a España «La sombra del NKVD proyectada en España» ocupa las pág. 377-398 y fue redactado por Stéphane Courtois y Jean-Louis Panné. El texto -elaborado a partir de un conocimiento parcial de la bibliografía existente- se centra exclusivamente en la Guerra Civil, poniendo el acento principalmente en la actuación de la policía política soviética en la represión contra el POUM. (cf., en la misma línea, las referencias a España incluidas en: François Furet, El pasado de una ilusión: ensayo sobre la idea comunista en el siglo XX (Madrid 1995)). En Italia, las críticas a las posiciones de Courtois y Furet han venido de la mano, principalmente, de Aldo Agosti (cf. su síntesis sobre la historia del comunismo en Europa Bandiere rosse. Un profilo storico dei comunismi europei (Roma 1999)).[65] Francisco Erice, «Tras el derrumbe del muro: un balance de los estudios recientes sobre el comunismo en España», Ayer 48 (2002), pág. 316.[66] Otro aspecto a destacar es la aparición de aportaciones de relieve procedentes de otras disciplinas cercanas a la historiografía, como la historia de la literatura. Señalemos, a modo de ejemplo, los trabajos de Manuel Aznar, «El Partido Comunista de España y la literatura (1931-1936)», en Jacques Maurice – Brigitte Magnien – Danièle Bussy Genevois, Peuple, mouvement ouvrier, culture dans l’Espagne contemporaine (Vicennes 1990), pág. 289-302 y «El Partido Comunista de España y la literatura del exilio republicano (1939-1953)», en VV. AA., El exilio literario español de 1939 (Sant Cugat del Vallès 1998), tomo II, pág. 15-56. Se han publicado, igualmente, algunos estudios sobre escritores comunistas concretos, como el de Josefa Báez Ramos, La obra literaria de Jesús Izcaray (Salamanca 1994); o el de Jesús Galvez Yague, Jose Herrera Petere: vida, compromiso politico y literatura (Sigüenza 2000).[67] Cf. al respecto los trabajos incluidos en el reciente volumen coordinado por Arcángel Bedmar (coordinador), Memoria y olvido sobre la Guerra Civil y la represión franquista (Lucena 2003). En el caso del PCE, se han editado diversos volúmenes conmemorativos u homenajes a militantes destacados de la oposición al franquismo. A modo de ejemplo, podemos citar: Alejandro RH Carbonell, La memoria incómoda. Los abogados de Atocha (Burgos 2002); VV.AA., Miguel Lluch (1925-2002). In memoriam (Valencia 2004); Magdalena Aguiló Victory – Margalida Thomàs Andreu – Josep M. Vílchez Carreras (coordinadors), Per viure en el record. Francisca Bosch i Bauçà (1932-1992) (Palma 2003); Carmen Gómez Calderón de la Barca, El aldabonazo. Historia de una detención (Badajoz 2000); id., El aldabonazo. Comunistas extremeños. Las detenciones de 1973 en Don Benito y La Serena (Llerena 2001); Fundación Domingo Malagón, Radio España Independiente. La única emisora española sin censura de Franco (Madrid 2000). (La emisora clandestina del PCE ya había sido objeto de algún trabajo anterior, como el elaborado por el que fue su director Ramón Mendezona, La Pirenaica. Historia de una emisora clandestina (Madrid 1981). Cf., también, José Gomez, «La Pirenaica: la subversión de las ondas», en Rubén Vega (coordinador), El camino que marcaba Asturias. Las huelgas de 1962 en España y su repercusión internacional (Gijón 2002), pág. 93-139).[68] Manuel Azcárate, Derrotas y esperanzas: La República, la guerra civil y la resistencia (Barcelona 1994); id., Luchas y transiciones. Memorias de un viaje por el ocaso del comunismo (Madrid 1998); Marcelino Camacho, Confieso que he luchado (Madrid 1990); Santiago Carrillo, Memorias (Barcelona 1993); Gregorio López Raimundo, Primera clandestinidad (Barcelona 1993-95) (2 volúmenes); Irene Falcón, Asalto a los cielos. Mi vida junto a Pasionaria (Madrid 1996); Simón Sánchez Montero, Camino de libertad. Memorias (Madrid 1997); Jordi Solé Tura, Una historia optimista (Madrid 1999); Miguel Núñez, La revolución y el deseo (Barcelona 2002). Mención aparte merece la obra de Santiago Álvarez, quien, aparte de publicar sus Memorias (La Coruña 1985-1997) (6 volúmenes), es autor de diversos ensayos históricos dedicados en buena parte a la actuación del comunismo durante la Guerra Civil. Cf., también, Mariano Asenjo – Victoria Ramos, Malagón. Autobiografía de un falsificador (Barcelona 1999).[69] Cf., entre otros, Luis Galán, Después de todo. Recuerdos de un periodista de la Pirenaica (Barcelona 1988); Sixto Agudo «Blanco», Memorias (la tenaz y dolorosa lucha por la libertad, 1939-1962) (Huesca 1991); id., Memorias 1962-1996 (Zaragoza 1998); id., Por qué se perdió la República. Memorias 1916-1939 (Zaragoza 2001); Ramón Mendezona, La pirenaica y otros episodios (Madrid 1995); Carmen Parga, Antes de que sea tarde (Madrid 1996); Aurora Arnaiz, Retrato hablado de Luisa Julián. Memorias de una guerra (Madrid 1996); Melquesídes Rodríguez, La generación del 36. Cómo y por qué luchamos en defensa de la República (Madrid 1993); Francisco González Vidal, Paco Balón. Memorias de un comunista ferrolano (Santiago 1999); Vicente Cazcarra, Era la hora tercia. Testimonio de la resistencia antifranquista (Zaragoza 2000); Elías Zafra, Memorias de un comunista (Pamplona 2001); Virgilio de los Llanos Más, ¿Te acuerdas tovarich…? (Del archivo de un niño de la guerra») (Valencia 2002); José María Laso Prieto, De Bilbao a Oviedo pasando por el penal de Burgos (Oviedo 2002); Manuel García «Otones», Lucha y libertad (Oviedo 2003). También han continuado apareciendo trabajos procedentes de ex – militantes más o menos significados, como el de Francisco-Félix Montiel, Un coronel llamado Segismundo. Mentiras y misterios de la guerra de Stalin en España (Madrid 1998).[70] Un comentario crítico de este libro en: Francisco Erice, «Tras el derrumbe del muro: un balance de los estudios recientes sobre el comunismo en España», Ayer 48 (2002), pág. 318-319. Existe, por otra parte, una síntesis titulada Aproximación a la historia del Partido Comunista de España editada en 1997 por el Partido Comunista de España (reconstituido) -organización próxima al GRAPO- que se puede consultar en internet (http://www.antorcha.org/cast/aprox-1.htm)[71] Víctor Manuel Santidrián Arias, Historia do PCE en Galicia (1920-1968) (La Coruña 2002); Francisco Erice, (coordinador), Los comunistas en Asturias, 1920-1982 (Gijón 1996). Cf., también, VV. AA., Los comunistas en la historia de Albacete (Albacete 1990). Desde alguna agrupación local del PCE se han promovido historias locales de conjunto, como la de Chimo Masmano Palmer, Comunistas en Buñol. Historia del PC (Buñol 2003).[72] Elorza y Bizcarrondo han publicado algunos artículo complementarios, como Antonio Elorza, «Stalinisme et internationalisme en Espagne, 1931-1939», en Serge Wolikow – Michel Cordillot (directores), Prolétaires de tous les pays, unissez-vous? Les difficiles chemins de l’internationalisme, 1848-1956 (Dijon 1996), pág. 193-200; id., «Le Front Popular espagnol a travers les archives du Komintern», en Serge Wolikow (director), Une histoire en révolution? Du bon usage des archives de Moscou et d’allieurs (Dijon 1996), pág. 249-273; id., «La «nation eclatee»: Front Populaire et question nationale en Espagne», en Serge Wolikow – Annie Bleton Ruget (editores), Antifascisme et nation. Les gauches européennes au temps du Front populaire (Dijon 1998), pág. 113-128; id. – Marta Bizcarrondo «Le Komintern et l’Espagne ou les métamorphoses d’une révolution», Communisme 65-66 (2001), pág. 161 – 178. Años atrás, el periodista y militante comunista Manuel Izquierdo publicó póstumamente el breve ensayo La Tercera Internacional en España (1914-1923) (Madrid 1995). Entre las aportaciones de ámbito regional sobre el período anterior a la Guerra Civil, cf. Francisco Moreno Gómez, La última utopía. Apuntes para la historia del PCE andaluz (Córdoba 1995); Manuel Moreno, Abono inagotable: historia del PCC (1932-1936) (Barcelona 2002) y la tesina inédita de José Hinojosa Durán, El PCE en Extremadura durante la Segunda República (Universidad de Extremadura 1995). No debe olvidarse, por otra parte, que se han publicado un buen número de libros relativos al conjunto del movimiento obrero, que a menudo aportan información de gran interés sobre el comunismo.[73] Cf. Pierre Broué, Staline et la revolution: le cas espagnol, 1936-1939 (París 1993); Daniel Kowalsky, La Unión Soviética y la Guerra Civil española: una revisión crítica (Barcelona 2003); Stanley G. Payne, Unión Soviética, comunismo y revolución en España (1931-1939) (Barcelona 2003); Ronald Radosh, Mary R. Habeck y Grigory Sevostianov (editores), España traicionada. Stalin y la Guerra Civil (Barcelona 2002); Gerald Howson, Armas para España. La historia no contada de la guerra civil española (Barcelona 2000); Ángel Encinas Moral (edición y traducción), Las causas de la derrota de la República Española. Informe elaborado por Stoyán Mínev (Stepánov), delegado en España de la Komintern (1937-1939) (Madrid 2003).[74] Algunos autores han llamado la atención sobre los límites de la supuesta revolución historiográfica que, en ciertos ámbitos, se esperaba acometer en los estudios sobre el comunismo a raíz de la apertura de los archivos soviéticos. (Cf. Bruno Groppo – Bernard Pudal, «Une réalité multiple et controversée», en VV. AA., Le siècle des communismes, pág. 21; Étienne François, «Les «tresors» de la Stasi ou le mirage des archives», en Jean Boutier – Dominique Julia (director), Passés recomposés. Champs et chantiers de l’histoire (París 1995), pág. 145-151; Serge Wolikow (director), Une histoire en révolution? Du bon usage des archives de Moscou et d’allieurs (Dijon 1996)). Tal y como señalan Bruno Groppo y Bernard Pudal, no puede olvidarse que dichos documentos precisan ser interpretados y que, en absoluto, «hablan por sí mismos». Sin duda el volumen ya comentado de Radosh, Habeck y Sevostianov es un buen ejemplo de dicho aserto (cf., por ejemplo, la referencia de Julio Aróstegui, en «Guerra, poder y revolución. La República española y el impacto de la sublevación», Ayer 50 (2003), pág. 94-95 y la reseña dedicada por Enrique Moradiellos a este libro en Historia del Presente 2 (2003), pág. 222-226).[75] Juan Andrés Blanco Rodríguez, El Quinto Regimiento en la política militar del PCE en la Guerra Civil (Madrid 1993). Sobre el PSUC, Josep Puigsech, Nosaltres, els comunistes catalans. El PSUC i la Internacional Comunista durant la Guerra Civil (Vic 2001). Existe también una tesis doctoral inédita de Mayte Gómez sobre la política cultural del PCE durante la Guerra y otra de Antonio San Román Sevillano sobre Los amigos de la Unión Soviética. Propaganda política en España (1933-1938) (edición en microficha, Salamanca 1994). No deben olvidarse, por otra parte, las amplias referencias a la política comunista durante la Guerra Civil que aparecen en obras sobre el conjunto de las fuerzas de izquierda, como la de Helen Graham, The Spanish Republic at War, 1936-1939 (Cambridge 2002).[76] En este trabajo se estudia la relación del Partido Comunista de España con la democracia entre 1956 y 1982 a partir de tres puntos de referencia básicos: la contribución del PCE en la lucha contra la dictadura franquista, la articulación teórica de una vía democrática al socialismo, y la práctica democrática en la vida interna del partido. El trabajo dedica especial atención al fenómeno del eurocomunismo, al que se considera la culminación teórica de la vía democrática al socialismo propuesta por el PCE desde la adopción de la Política de Reconciliación Nacional. Por otra parte, la polémica que enfrentó a la dirección del PCE con Jorge Semprún y Fernando Claudín ha sido estudiada por María José Valverde en su tesis Continuidad o renovación: El PCE 1956-1965 (Universidad de Málaga 2003). Una reflexión sobre el proceso de reorganización del PCE en los inicios de la Guerra Fría en: David Ruiz, «De la guerrilla a las fábricas. Oposición al franquismo del Partido Comunista de España (1948-1962)», Espacio, Tiempo y Forma 13 (2000), pág. 105-124.[77] Carlos Fernández Rodríguez, Madrid clandestino. La reestructuración del PCE, 1939-1945 (Madrid 2002); Carme Cebrian, Estimat PSUC (Barcelona 1996); José Luis Martín Ramos, Rojos contra Franco. Historia del PSUC, 1939-1947 (Barcelona 2002); Antoni Lardín i Oliver, Condicions de treball, conflictivitat laboral i militància política clandestina. Els obrers industrials catalans i el PSUC (1938-1959) (tesis doctoral, Universitat Autònoma de Barcelona (2004)); David Ginard, L’oposició antifranquista i els comunistes mallorquins (1939-1977) (Barcelona 1998). Tal vez una de las mayores carencias, sea la de trabajos específicos sobre la oposición comunista en Andalucía (cf. unas primeras aproximaciones basadas principalmente en fuentes orales en: Encarnación Lemus, «Permanencia y reconstrucción del PCE en Andalucía durante la posguerra (1939-1949)», Espacio, Tiempo y Forma 11 (1998), pág. 483-506; Id. – Inmaculada Cordero Olivo: «La malla de cristal: actividad política y vida de las comunistas andaluzas en la clandestinidad de los años cuarenta», Spagna Contemporanea 16 (1999), pág. 101-120). Debe tenerse en cuenta, por otra parte, la amplia bibliografía territorial sobre el antifranquismo en general.[78] Rafael Cruz, Pasionaria. Dolores Ibárruri, Historia y Símbolo (Madrid 1999); Angel I. García Castillejo, En el parlamento y en la calle, Dolores Ibárruri diputada (Madrid 1995); María José Capellín Corrada, De la casa al compromiso político. Dolores Ibárruri, mito del pueblo. 1916-1939 (Madrid 1996); Manuel Vázquez Montalbán, Pasionaria y los siete enanitos (Barcelona 1995); Robert Low, La Pasionaria. The Spanish Firebrand (Londres 1992); Mª Victoria Fernández Luceño, José Díaz Ramos. Aproximación a la vida de un luchador obrero (Sevilla 1992); Paula Garvín (edición), José Díaz, la pasión por la unidad: discursos y artículos, 1935-1938 (Sevilla 2002); Manuel Martorell, Jesús Monzón. El lider comunista olvidado por la historia (Pamplona 2000); Pedro Carvajal, Julián Grimau. El último muerto de la guerra civil (Madrid 2003); Antonio Gascón Ricao, Beltrán, El esquinazau (Jaca 2002); José Antonio Egido, Jesús Larrañaga, comunista y abertzale (Madrid 1994); David Ginard, heriberto Quiñones y el movimiento comunista en España (1931-1942) (Palma – Madrid 2000).[79] Entre los numerosos estudios recientes sobre la actividad guerrillera en la década de los cuarenta, podemos destacar la acertada síntesis de Secundino Serrano Maquis: historia de la guerrilla antifranquista (Madrid 2001); el libro-reportaje de José Antonio Vidal Sales, Maquis. La verdad histórica de la «otra guerra» (Madrid 2002); los estudios territoriales de Josep Sánchez Cervelló (editor), Maquis: el puño que golpeó al franquismo. La Agrupación Guerrillera de Levante y Aragón (AGLA) (Barcelona 2003), Francisco Moreno Gómez, La resistencia armada contra Franco. Tragedia del maquis y la guerrilla. El Centro-Sur de España, de Madrid al Guadalquivir (Barcelona 2001), Mikel Rodríguez, Maquis. La guerrilla vasca 1938-1962 (Pamplona 2001), Mercedes Yusta, La guerra de los vencidos. El maquis en el Maestrazgo turolense, 1940-1950 (Zaragoza 1999); id., Guerrilla y resistencia campesina. La resistencia armada contra el franquismo en Aragón, 1939-1952 (Zaragoza 2003), Luis Miguel Sánchez Tostado, La guerra no acabó en el 39 (Lucha guerrillera y resistencia republicana en la provincia de Jaén (1939-1952)) (Jaén 2001): José Mª Azuaga, La guerrilla antifranquista en Nerja (Nerja 1996), y Benito Díaz, La guerrilla antifranquista en Toledo. La primera agrupación guerrillera del ejército de Extremadura – Centro (Talavera de la Reina 2001); o los dedicados al intento de invasión por el valle de Arán, promovido por el PCE en octubre de 1944, por Ferran Sánchez Agustí, Maquis y Pirineos. La gran invasión (1944-1945) (Lleida 2001) y Fernando Martínez de Baños, Hasta su total aniquilación. El ejército contra el maquis en el valle de Arán y en el alto Aragón, 1944-1946 (Madrid 2002). Cf. una reflexión más bien pesimista sobre el estado de la cuestión relativo a la guerrilla en: Francisco Moreno Gómez, «Huidos, maquis y guerrillas: una de rebeldía contra la dictadura», Ayer 43 (2001), pág. 111-137.[80] De la amplísima bibliografía relativa al movimiento obrero durante el franquismo que se ha editado en la última década, destaquemos únicamente los libros dirigidos por David Ruiz, Historia de Comisiones Obreras (1958-1988) (Madrid 1993) y Rubén Vega, Hay una luz en Asturias… Las huelgas de 1962 en Asturias (Gijón 2002) y El camino que marcaba Asturias. Las huelgas de 1962 en España y su repercusión internacional (Gijón 2002).[81] La mayor parte de los trabajos referentes a las presas y resistentes antifranquistas dedican una considerable atención a las mujeres comunistas. Cf. Fernanda Romeu, El silencio roto… Mujeres contra el franquismo (Oviedo 1994); Ricard Vinyes, Irredentas. Las presas políticas y sus hijos en las cárceles franquistas (Madrid 2002); Fernando Hernández Holgado, Mujeres encarceladas. La prisión de Ventas: de la República al franquismo, 1931-1941 (Madrid 2003); Carlos Fonseca, Trece rosas rojas. La historia más conmovedora de la guerra civil (Madrid 2004).[82] David Wingeate Pike, In the service of Stalin: The Spanish Communists in exile 1939-1945 (Oxford 1993); Jordi Guixé, L’Europa de Franco. L’esquerra antifranquista i la «caça de bruixes» a l’inici de la guerra freda. França 1943-1951 (Barcelona 2002). Faltan trabajos específicos sobre el exilio comunista en la URSS, si bien en los últimos años se han publicado diversos trabajos sobre las peripecias de los niños evacuados a dicho país (cf., por ejemplo, Alicia Alted – Encarna Nicolás Marín – Roger González Martell, Los niños de la guerra de España en la Unión Soviética. De la evacuación al retorno (1937-1999) (Madrid 1999); Marie Jose Devillard – Álvaro Pazos – Susana Castillo – Nuria Medina, Los niños españoles en la URSS (1937-1997): narración y memoria (Barcelona 2001)).[83] Una de las pocas excepciones lo constituirían algunos trabajos de Joan Botella, como «Spanish Communism in Crisis», en Michael Waller – M. Fennema (editores), Communist Parties in Western Europe: Decline or Adaptation? (Oxford – Nueva York 1988), pág. 69-85 y “From Red to Green: the Evolution of Catalan Communism”, en Joan Botella – Luis Ramiro, The crisis of communism and party change. The evolution of west european communist and post-communist parties (Barcelona 2003), pág. 53-67, y el documento de trabajo de Luis Ramiro Fernández, Electoral incentives and organisational limits. The evolution of the Communist Party of Spain (PCE) and the United Left (IU) (Barcelona 2002). Desde el ámbito periodístico, se han producido también algunos textos, como el de José-Luis Casas, El último califa: la larga marcha de Julio Anguita (Madrid 1990).[84] Francisco Erice, «Tras el derrumbe del muro: un balance de los estudios recientes sobre el comunismo en España», Ayer 48 (2002), pág. 329.[85] Cf. Victoria Ramos, Catálogo de los fondos del Archivo Histórico del Partido Comunista de España (Madrid 1997 y 2000) (2 volúmenes).[86]
Una visión particular al respecto en: Manuel Suárez Cortina, «La «pequeña historiografía». Particularismo centrípeto e historiografía contemporánea desde la transición democrática», José Luis de la Granja – Alberto Reig Tapia – Ricardo Miralles (editores), Tuñón de Lara y la historiografía española, pág. 317-332. Cf., también, Francisco Sevillano Calero, «La Historia Contemporánea en España: viejas polémicas y nuevos enfoques historiográficos», Ayer 43 (2001), pág. 231-234.[87] A modo de ejemplo, puede destacarse el útil volumen relativo a los países francófonos de José Gotovich y Mikhaïl Narinski (directores), Le Komintern: l’histoire et les hommes. Dictionnaire biographique de l’Internationale Communiste en France, à Moscou, en Belgique, au Luxembourg, en Suisse (1919-1943) (París 2001). Para el conjunto del movimiento obrero en Cataluña, el País Valenciano y las Islas Baleares existe una obra semejante; se trata de: María Teresa Martínez de Sas – Pelai Pagès i Blanch (coordinadores), Diccionari Biogràfic del Moviment Obrer als Països Catalans (Barcelona 2000). Para el movimiento libertario español: Miguel Iñíguez, Esbozo de una Enciclopedia histórica del anarquismo español (Madrid 2001).


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